SOBRE LA MENTIRA
Estación Desconfianza, donde se confunden la realidad con los deseos, la inteligencia con los instintos bajos, la seguridad con la inseguridad, la tranquilidad con el miedo, la necesidad del otro (la confrontación necesaria) con el señalamiento, la educación con la no validez de lo aprendido, la confianza con la traición (para Borges el mayor de los pecados), la política con el interés propio, etc. Y en este etcétera que además de lo anterior contiene un muestrario de lo que nos hace peligrosos e insuficientes, el ambiente se enrarece, dejamos de ser útiles, nos engañamos en lo que hacemos y perdemos continuamente humanidad, lo que ya es un susto del que no salimos. Y asustados, poniendo por encima la emoción a la razón, todo es estrecho y no se ve ni siente más que el asedio, el sofoco y la impotencia. Y así, no es extraño que todo se comprima y al final explote o brote y se riegue por donde no es.
A lo largo de la historia, el uso de la mentira ha sido una constante, nacida primero de las apariencias y después de las palabras. Los primitivos se disfrazaban para parecer más temibles (los pictos, los vikingos, los persas, Goliat el de David, los conquistadores en sus caballos emplumados), lo que les hacía creer que crecían en poder y en capacidad de sometimiento del otro.
Pero los disfraces eran aparatosos, impedían moverse bien, y el otro al fin descubrió el talón de Aquiles y el punto donde la sangre del dragón no había cubierto la espalda de Sigfrido. Se cambió entonces de táctica y el disfraz se metió en las palabras funcionando bien: a las palabras las imaginamos y cada cual las recibe de acuerdo a sus propios miedos o alegrías. Mentir, entonces, fue el sistema para encubrir la realidad.
Joseph Roth (el escritor austriaco) escribe La marcha Radetzky, esa historia donde una mentira acaba con un imperio completo (el austrohúngaro), dejando claro que toda mentira se devuelve contra quien la crea; que es como la termita que, a partir de un pequeño hueco, se come una estructura completa. Y a partir de esta novela (escrita en 1932), que no impide que las mentiras se detengan, Europa se destruye siguiendo las mentiras de nazis y comunistas; los estadounidenses pierden la guerra de Vietnam (la televisión mostró la verdad que los gobernantes escondían) y lo demás ya se sabe. Lo que en la propaganda es, no es. Y la certidumbre, como los gases, acaba emergiendo.
Acotación: en 1971, Philip Roth (el escritor norteamericano) escribe La Pandilla (Our Gang), una sátira contra un Richard Nixon que no hizo más que mentir, afectando la gobernabilidad de su país. Pero no aprendemos y seguimos mintiendo. Y mentir es dañar la confianza entre la gente. Y todas las fake news son tan peligrosas como la radioactividad, que no se ve, pero pudre.