Columnistas

Sobre la puerta

29 de agosto de 2020

Estación La Puerta, a la que se miró tanto tiempo (abriéndose de vez en cuando) y separó a la gente de la calle y del contagio y, a la par, crio miedos adentro, estados potenciales de demencia (aunque algunos se activaron), formas de violencia entre quienes la iban mal, sensación de mundos muy pequeños y visión permanente de lo mismo. Y en esta estación, donde también hubo desobediencia (hemos vivido un encierro con multitudes en la calle), la gente se agolpa ahora para salir y recuperar la ciudad, si no como antes, al menos en la sensación de sentirse libre. Así que en La Puerta se sitúan ya gordos y flacos, muchachos y viejos, soperos (los que quieren verlo todo), flâneurs que van a todas partes y los que quieren saber si las cosas cambiaron y buscan vivir el caminar llevando una distancia (el espacio público, en tiempos normales, se ha calculado en ocho metros cuadrados por persona), cubriéndose la cara con el tapabocas y usando alcohol para estarse desinfectando.

La economía le ganó al encierro (al menos la que se basa en ir a comprar lo que sea necesario o no), pero el que económicamente ya estemos en la calle, que los comercios y otros sitios se activen y comience la busca de trabajo para muchos, no saca al virus de circulación, Y este es el riesgo de salir mientras la pandemia siga activa. Que se haya llegado a una meseta en la que el número de enfermos y contagios se estabiliza (lo que matemáticamente es posible), no está diciendo cuándo comenzará a caer la curva ni asegura que no haya un rebrote o que funcionen las vacunas. Pero bueno, ya La Puerta se está abriendo y que pase lo que pase. En estas tierras somos jugadores de dados y de cartas.

Si el país tuviera un buen número de industrias (la industria es la que más empleo genera), los debidos controles y asepsias en los sitios de trabajo y formas de desplazamiento permitirían una salida en orden y la economía volvería a sus cauces. Pero nuestra economía (en su mayor parte) se basa en estar en la calle haciendo circular dinero. Somos una ciudad comercial, del ir y el venir, del vender y el comprar, del parar en lugares de encuentro y luego levantarse para seguir caminando. ¿Sí tenemos la conciencia para habitar el espacio público conviviendo con el virus? ¿Volveremos a la multitud que se toca, empuja y tose sin respetar al otro? Como dicen las señoras, la Virgen nos ampare.

Acotación: Que necesitamos salir, es claro. Que el comercio necesita vender, es claro. Que los negocios deben volver a funcionar, es claro. Que el transporte debe mover más gente, es claro. Lo que no es claro es si la educación que tenemos se ajusta a lo que pasa. Pero ahí vamos, saliendo.