Sobre los alcaldes que combinan juventud y soberbia
Por Germán Vallejo V.
No es bueno que en los centros de decisión municipal no haya personas maduras, probas, con experiencia y criterio propio. En la mayoría de los mil municipios que he visitado en Colombia, los equipos de gobierno municipal son de personas jóvenes y ambiciosas que, ante todo, deben hacer venias, acatar órdenes y de ninguna manera cuestionar las decisiones de un “rey” que solo necesita vasallos incondicionales, asistentes sin criterio. Entre los funcionarios de las alcaldías no se ven personas mayores de 60 años. Los secretarios son tan jóvenes como el jefe y tan dóciles como este los necesita. Los sesentones están vetados no obstante su sabiduría, experiencia y capacidad de disentir, advertir el riesgo o aquietar la ambición desenfrenada.
Los alcaldes generalmente son jóvenes soberbios, ambiciosos de poder, dinero y figuración en los medios, para luego aspirar a un cargo superior. Terminado el mandato, el burgomaestre se pierde, no se vuelve a ver por el pueblo donde se movía en camioneta de lujo y con guardaespalda. De pronto regresa para postularse a otro período o cargo superior y recompensar a sus ahijados políticos con jugosos contratos en empresas de papel diseñadas a la medida de la licitación.
Las ‘ías’ hacen muy poco para la cantidad de funcionarios que llegan a los organismos de control, casi siempre pagando favores políticos.