Columnistas

SOBRE TANTA TOS

21 de enero de 2017

Estación Bronquios (si se quiere branquias), en la que el paisaje de la mañana y de la tarde es un compuesto de bruma y niebla, pero no brotado de la tierra y de las plantas sino de las chimeneas y los motores a gasolina y diesel, de las quemas indebidas (lo que incluye fundiciones de elementos peligrosos), de los frenazos en los trancones (que llenan el aire de partículas de caucho) y de las políticas de gobierno que son las de hablar de la contaminación, en foros y congresos, pero no controlarla, como si las palabras (en este caso desahogos), provocaran los hechos por sí solas. Y en este punto, las toses aumentan, las de los niños y los viejos, las de los perros y los gatos, las de las señoras que se asustan con tantas alzas y las de los políticos y medidores del ambiente que, para dar una respuesta o sacar el cuerpo, tosen antes. Así que asistimos a un concierto de toses, unas delicadas y decentes (que usan el pañuelo o la mano para detener los gérmenes) y otras a todo pecho con espasmos incluidos.

Es claro que el aire que se respira no es bueno, que las fuentes móviles de humo (carros, motos, buses, camiones) se multiplican en las calles, que se construyen de manera desmesurada impregnando el ambiente de polvo (algunos alegan que es arena del Sáhara, lo que no creen ni los turcos) y que toser ya es costumbre al levantarse, caminar y dormir. Y esta palabra, tos, que los médicos tratan de curar con jarabes y las abuelas con remedios caseros a base de jengibre y hojas de achiote, crea unas multitudes tosientes y flemantes, que abren la boca, desgarran y esputan. Y ahí vamos, unos usando mascarillas, otros bebiendo agua para detener el síntoma, los más poniendo cara seria y mirando cómo el cielo cambia de colores mientras los vientos depositan a lo largo de la ciudad todo tipo de partículas raras.

Que las ciudades estén contaminadas, no es cosa extraña: la falta de previsión, la negación (váyase a saber con qué intereses) de que la electricidad es la solución al uso de combustibles fósiles, el aumento del desorden y las normas que no se cumplen, han ido creando una especie de cámara de gas creciente en la que los ojos se enrojecen, duelen las gargantas, la basura ambiental se amontona y, buscando impuestos en la gasolina y los vehículos, en lo que se construye y funde, la ciudad ya es un espacio fog, mi querido Watson. Y a todo esto la corrupción, que tose buscando vencimiento de términos o archivo de la noticia criminal, y hace lo que puede para que nadie busque y el asunto vuelva y aflore. Y mientras pasa esto y lo otro, aparecen los avisos de espacio libre de humo, porque soñar no cuesta nada. Toses.

Acotación: el espacio público, a más de gente, es también el transporte público, en el que la contaminación sale y entra. De aquí la necesidad de poner a funcionar proyectos que promuevan la movilidad eléctrica, como los que adelanta la UPB que, como dice el ingeniero Andrés Emiro Díez Restrepo, son la única solución y no una mera propuesta. Así que no hay que toser y hacerse los locos..