SOBRE TANTO EUFEMISMO
Estación Disfraz, en la que todo se maquilla o se enmascara para que parezca una fiesta o al menos que la enfermedad no muestre los síntomas graves que tiene; en la que se aparenta, se cambian los conceptos y las cosas pierden su real sentido y en lugar de ver lo que pasa se sueña que no está pasando, se desea que no pase y se ejerce el bovarysmo, plaga esta que se ha ido tomando los espacios de lo políticamente correcto, que de político tiene poco y de correcto nada, pues lo que pasa es como es, tiene unas causas y unos efectos y por más que se quiera que no sucedan como la realidad los evidencia, de todas maneras son y tienen un lugar y un tiempo. Las palabras contienen en si su significado invariable, situación debida en la oración y no dicen más de lo que ellas contienen según el verbo (la acción) que las acompaña en un contexto determinado. Así que no se trata de ejercer una mala comprensión de la voluntad (siguiendo a Schopenhauer) sino de enfrentar lo que sucede, así no guste y sea feo.
La solución a un problema comienza en reconocerlo con todas sus variables. Y la mala solución comienza cuando se toma el problema como una contingencia, palabra esta que el diccionario define como la posibilidad de que una cosa suceda o no suceda, que quizá no puede suceder o aparezca de manera no prevista y por ello carece de certeza y no contiene una necesidad de solución sino una duda (como decía Aristóteles). O sea que con el eufemismo de contingencia se evade la certidumbre del hecho que es evidente, y claro, el problema aumenta y, como todo lo que sucede es sistémico, se relaciona con otros problemas y así el daño es mayúsculo. Pero parece que es mejor mentir, evadir responsabilidades y, usando eufemismos, negar la realidad y esperar un milagro, cosa que no pasa entre dañinos.
La contaminación ambiental no es una contingencia. La contaminación ambiental tiene una historia (se rastrea en forma desde la aparición de la ciudad industrial a mediados del siglo 19 y ya de manera crítica desde 1961), unas pruebas científicas de su contenido depredador, unos resultados nefastos en salud y una sumatoria constante de gente que la niega para lograr beneficios de eso que produce efectos contaminantes. La contaminación está ahí, creciendo, y por más que se quiera suavizar la palabra (contingencia atmosférica, lo que ya parece una burla), la palabra contaminar contiene y tiene que ver con oxidación, presencia de CO2, mutaciones en desorden, aire enrarecido, desaparición de especies, enfermedades pulmonares y sanguíneas, desórdenes mentales y condiciones de vida comprometidas con la destrucción.
Acotación: que la tierra ha sufrido cambios debido a la mala gestión del hombre, es un hecho. Que la codicia envilece y lleva al suicidio colectivo, también. Y el eufemismo, que ha degradado el contenido de las palabras y en esta degradación ya las cosas son deseos y no realidades, nos cobra en contaminación lo que Albert Camus ya tenía Claro en su novela La peste. Una mentira lleva a otra y ésta a otra. Y en la mentira, perecemos .