Soledad antes que fama
Ahora que Mario Vargas Llosa recién cumplió 80 años, que está estrenando amor y no deja de aparecer en esas revistas que tanto criticó en su libro “La civilización del espectáculo”; ahora que recién publicó una nueva novela; ahora que está feliz porque algunas de sus obras hacen parte de la prestigiosa colección La Pléiade, de la editorial francesa Gallimard; ahora que el escritor peruano ha empezado a rememorar una vez más cómo se hizo escritor y lo mucho que le costó, ha vuelto a hablar de la importancia que tuvieron para él las cartas que Gustave Flaubert le escribió a Louise Colet.
¿Por qué? Sencillamente porque desde que empezó a escribir se dio cuenta de que no tenía facultades y, desde luego, él no quería ser un escritor mediocre. Fueron estas cartas las que le demostraron que un genio como Flaubert era más humano de lo que nadie se había imaginado. La genialidad del autor de “Madame Bovary”, sencillamente, se dio a través de la insistencia, de esa perseverancia que puede cambiar el destino mediocre de las simples ganas.
Sabemos que las cartas de Gustave Flaubert, y en particular las que envió a Louise Colet, son “la fuente de información biográfica, psicológica y crítica más preciosa que poseemos sobre el maestro de Croisset, pues (las cartas) abarcan los diez años dedicados a la primera versión de Saint Antoine y de Madame Bovary”, recuerda Dumesnil.
Louise Colet era una mujer 11 años mayor que Flaubert que escribía poesía y cuya vida social fue tan intensa como el número de romances que tuvo. Flaubert la conoce en 1846 por intermediación del escultor francés Pradier (Fidias en las cartas), quien le aconsejó la búsqueda de una amante fija, por razones estrictamente higiénicas. Ella tenía 35 años y él 24.
Gracias a estas cartas, conocemos en detalle las dudas, incapacidades y miedos de Flaubert, pero también la devoción y la búsqueda incansable para no desfallecer ante sus limitaciones. Si hay algo que me gusta mucho en esta correspondencia, es que a diferencia de muchos escritores que se han vanagloriado de no leer para no perjudicar el supuesto genio interior, Flaubert fue consciente de que la lectura lo libraba de sus inseguridades. En varias cartas le manifiesta a Colet que el conocimiento enorme que tuvieron hombres como Homero, Rabelais o Montaigne hace que él se sienta firme en su propósito, así crea que ellos lo sabían todo y él no sabe nada; por eso cuando lo envolvía una fuerza enorme de inseguridad, una de las formas que utilizaba para consolarse era Shakespeare. “Cuando leo a Shakespeare me vuelvo más grande, más inteligente y más puro”.
Flaubert y Vargas Llosa son de esos escritores que enseñan cómo enfrentar un inmenso mar así se tenga una pequeña barca, el punto es que el joven aprendiz esté dispuesto a sobrellevar con dignidad la soledad que necesita la escritura y no piense primero en la dichosa fama