Columnistas

SUBSIDIOS

02 de octubre de 2017

Hace un tiempo vi por unas semanas en algunos medios nacionales lo que me pareció un ataque sistemático a los subsidios que entrega el Estado a las personas más vulnerables. Se le va despertando a uno la suspicacia y se empieza a elaborar teorías de la conspiración: ¿Qué pasa con ese inusitado interés informativo por los subsidios? ¿Qué fuerza se está moviendo detrás? ¿Por qué precisamente ahora?

Siguiendo con mi análisis conspirativo, me parecía que era una orquestación para anticipar los grandes recortes que se vienen para el próximo año en materia presupuestal en la Nación. Ya vimos como las calificadoras amenazaron con rebajar la nota del país si no se apretaba y se reducía el déficit fiscal, así que había que preparar el terreno ambientando el machetazo, que es de tal tamaño que hasta los populares y necesarios subsidios probablemente se verán afectados.

Por supuesto que revisar los subsidios siempre es posible pero los análisis informativos se concentraron en mostrar las personas que abusan de ellos, esos que en economía son conocidos como los “free-riders”, los que los reciben sin necesitarlos o merecerlos, los que viven a costillas de los impuestos que pagamos los contribuyentes. Y la verdad es que a uno se le empezaba a despertar cierta rabiecita con el hecho de que algunos se la pasen cómodamente de balde mientras otros nos quebramos el lomo.

Pero no se puede generalizar y ese es el riesgo (o la intención) cuando se suele ejemplificar una situación informando con uno o dos casos sin contextualizar con cifras duras lo que pasa con un programa o política pública en general. En un país con los niveles de inequidad como el nuestro, no nos llamemos a engaños, los subsidios son herramienta poderosa para combatir la desigualdad.

En todas las economías del mundo existen los parásitos y en consecuencia en la administración de los subsidios siempre hay espacio para mejorar. Nuestra Colombia no podría estar inmune. ¿Cómo optimizarlos? Con planificación en la construcción de políticas públicas. Con rigor en el análisis de los programas y sus resultados. Con control decidido a los beneficiarios. Huyendo del populismo. Estableciendo reglas claras y cumpliéndolas. Asumiendo las consecuencias políticas de cambiar programas cuando no tengan el impacto deseado.

Uno de los principales problemas es que no pocas veces se le entregan estos programas a los politiqueros y corruptos de siempre que los convierten en instrumento para mantener sus clientelas contentas y salir reelegidos para continuar por su lado enriqueciéndose con el robo continuado y multimillonario al erario.

El Departamento de Planeación Nacional ha venido publicitando una limpieza a las bases de datos del Sisben para sacar a los colados. Está muy bien este esfuerzo. Adicionalmente debería emprender una evaluación de los impactos de los programas y redefinirlos cuando sea apropiado. Hay además que quitarle de las garras de los corruptos

el manejo de los mismos. Y así, depurando beneficiarios, volviendo más eficientes y eficaces las políticas y sacando a los corruptos de la administración pública, se podrá ahorrar la plata necesaria del recorte y no satanizar los subsidios. Y sigo soñando con que sea posible....