Suiza es un algoritmo
El bitcoin afrontó su tercera glaciación el pasado verano. La criptodivisa de referencia paralizó la actividad minera a finales de julio, hasta reducir a la mitad la producción de nuevas unidades. El tercer “halving” de su historia, proceso que regula cada cuatro años la emisión de bitcoins, disparó la volatilidad de la criptomoneda, ya de por sí más inestable que un frasco de nitroglicerina en manos de un malabarista tuerto. El bitcoin rondaba entonces los 7.700 euros (8.300 dólares). Según Bloomberg, este nuevo “halving” solo podía ser beneficioso para el bitcoin y disparar su valor en adelante. Aún estoy flagelándome cual penitente por no haber hecho caso al oráculo económico, con permiso del mítico Warren Buffet. No lo quise ver entonces, me enroqué en mis teorías económicas basadas en la edad de piedra y aposté a valores industriales los cuatro euros que guardo en el granero. Hoy el bitcoin cotiza por encima de los 45.000 euros (55.000 dólares).
El bitcoin, en realidad un algoritmo, arrancó su andadura en 2010 como el primer activo monetario de la historia que cumplía con cuatro características a la vez: ser un activo real, intangible, privado y descentralizado. Lo más parecido que había existido hasta la fecha era el oro: otro activo monetario que era real, privado y descentralizado pero tangible. Su valor por entonces no alcanzaba ni un dólar.
Durante los últimos meses, se ha ido produciendo la adquisición de bitcoin por parte de inversores institucionales y hasta Tesla ha invertido 1.500 millones de euros y planea aceptar esta divisa como medio de pago. También Twitter estudia la fórmula para invertir en este activo. Incluso el Ayuntamiento de Miami acaba de aprobar que sus ciudadanos puedan pagar parte de sus impuestos en bitcoin y que los funcionarios podrían llegar a cobrar parte de sus salarios en esta divisa.
Pero, ¿por qué el bitcoin se ha convertido en un activo tan deseado? ¿Estamos ante un nuevo timo piramidal?
Muchos economistas sostienen que el valor del bitcoin, así como el de otras criptomonedas, está en la demanda por parte de la comunidad inversora. Parte de esta demanda es puramente especulativa, como en cualquier otra actividad humana. Sin embargo, muchos de los que compran bitcoin lo hacen para mantenerlos en cartera como si fueran títulos de una gran energética o automovilística, en la confianza de que son valores seguros a largo plazo y que les otorgarán cuando menos jugosos dividendos anuales. En este caso, el bitcoin no entrega dividendos, pero mantiene otras propiedades cada vez más necesarias.
Para empezar, el número de unidades de bitcoin jamás superará, por puro diseño genético, los 21 millones de unidades. Es decir, no hay riesgo de inflación monetaria, ya que no hay ningún banquero central a cargo que pueda multiplicar artificialmente su oferta. Se elimina por tanto un factor de inestabilidad. Además, y este es el más relevante, el bitcoin es inconfiscable por los gobiernos. A diferencia de todos los demás, incluido el oro, ni siquiera un gobierno comunista podría apropiarse de los bitcoin que poseen los ciudadanos, dado que son etéreos. Así, pues la nueva Suiza de estos tiempos es un algoritmo al alcance de todos. Como también lo son los riesgos añadidos.
En cualquier caso, en un mundo donde la voracidad de los Estados es cada vez mayor, los ciudadanos que atesoran ahorros ganados con el sudor de sus frentes tienen todo el derecho de rebelarse contra el afán recaudatorio de los políticos de turno invirtiendo en valores que se escapen a su control. El bitcoin es uno de ellos. No seré yo quien lo demonice, aunque siga comprando tuercas de Volkswagen. Cual bróker rupestre