Tacando burro
Una cosa piensa el burro y otra el que lo enjalma. Es lo que sucede con la planeación, programación y desarrollo de obras en Medellín, aunque pudiera extenderse a casi todos los municipios y a la nación.
Cuando funcionarios de la Empresa de Desarrollo Urbano de la ciudad ‘socializaron’ ante la Facultad de Minas la ampliación de la carrera 80, se llevaron la sorpresa de que los docentes e investigadores sí sabían del tema y plantearon tal cantidad de observaciones que no habían sido tenidas en cuenta.
Valga decir que la obra está por comenzar.
Por ejemplo, los profesores, que tienen más de 20 años de experiencia en estos temas, advirtieron una carencia de datos que demostraran que la obra traería cambios en los tiempos de movilidad y velocidad en el sector, disminución del ruido e integración paisajística según un comunicado de la Universidad Nacional. Esto sumado a deficiencias en la concepción de la obra, con algo tan simple como los pasos peatonales.
Mejor dicho, los funcionarios de la EDU tacaron burro.
Esto que parece una anécdota puntual no lo es porque señala una costumbre inveterada de las dependencias oficiales de ‘socializar’ proyectos cuando ya no hay nada que hacer o ante la población que no es.
Ejemplos abundan de obras mal hechas o con dificultades en su ejecución que causaron traumas a las comunidades, que bien pudieron evitarse. Citemos algunos en Medellín: puente de la 4 Sur sin conexión al oriente, intercambios de El Tesoro y Los Balsos, y hasta el esperpento a la razón y al despilfarro que es la fracasada estación San Pedro del Metroplus.
En no pocas ocasiones, esa ‘socialización’ es tomada por las dependencias oficiales como una aprobación por parte de las comunidades o partes interesadas o afectadas.
Aunque no toda obra hay que consultarla, aquellas de ejecución prolongada, que cambian de manera drástica el uso y la fisonomía de un sector o que pueden producir alteraciones serias en el normal desarrollo de la vida diaria, o que son pagadas por valorización, sí deben ser presentadas a los interesados y afectados para que sugieran antes de que los hechos sean cumplidos a un costo alto.
Porque otra costumbre del funcionario público es decidir desde su oficina, sin haber conocido y estudiado el sitio de las obras.
Maullido: tal parece que para los conductores de bus, el pasajero es un bulto.