Columnistas

Taiwán y China: pasos turbios

11 de noviembre de 2015

70 años atrás, en 1945, fue la última vez que los dos máximos líderes de China y Taiwán estrecharon sus manos. Desde 1949 una glacial distancia se había instalado entre las dos partes a partir del momento en que Chiang Kai-shek fundó la República Popular China en abierta provocación a los nacionalistas de Taiwán.

Pasaron 23 años sin que ningún contacto se produjera hasta que Richard Nixon, en una visita de Estado, tomó la iniciativa de acercar los dos modelos políticos y normalizar las relaciones entre China y Estados Unidos. Taiwán, sin embargo no se sumó a este esfuerzo a pesar de que muchos países siguieron los pasos de los norteamericanos.

Por ello, el encuentro que tuvo lugar el sábado pasado en Singapur entre Xi Jinping y Ma Ying-jeou fue una sorpresa para todos. No solo la visita fue hecha pública tres días antes. Lo novedoso es que un cambio de vientos se está gestando, sin que los entretelones dejen ver claro hacia dónde soplan, ni mucho menos si la nueva realidad cuenta con el apoyo de los súbditos del único en el binomio que practica el libre albedrío ciudadano: Taiwán.

Salvo Ma Ying-jeou, nadie podía dar crédito a sus oídos cuando el Mandatario Chino aseguró de viva voz y públicamente que por ser miembros de una misma familia, por ser hermanos, chinos y taiwaneses están “conectados por la piel aunque tengan algunos huesos quebrados”. La edulcorada y pegajosa frase en boca de una figura tan cimera de la gran potencia de Asia, provocó una respuesta inesperada de Ma. Sagazmente el mandatario afirmó que los dos países tienen sistemas políticos diferentes y que los conflictos deben ser reemplazados por el diálogo. Hasta allí.

Una buena dosis de hipocresía política exhibieron los dos lados del encuentro, lo que hace más confusa la situación. Ningún compromiso fue asumido, hasta el punto que ni uno ni otro interlocutor permitió que su contraparte pagara su parte de los gastos de la cena en el restaurante donde se celebró la reunión, pero lo cierto es que la comedia no fue bien recibida en Taipei y ha sido calificada por los observadores políticos como un subterfugio electoral por parte del líder de la isla. El país va a elecciones en el 2016 y el plato fuerte será el tema de la unificación con el gigante.

El caso es que el líder chino Xi y el Partido Comunista en su país están lejos de querer abrazar un modelo democrático y liberal mientras que a lo que sí aspiran es a una reunificación territorial. Y en el otro lado de la ecuación, Ma gobierna un Estado donde 80 % de los votantes mira con espanto una posible integración con el autoritarismo que es la regla en el país contiguo.

Algo parece, en realidad, estarse cocinando entre Beijing y Taipei que hasta el presente no luce transparente ante terceros y cuyos verdaderos fines son conocidos de los dos líderes, mas no así de la población.

La prensa mundial ha festejado el inicio del nuevo capítulo en las relaciones mutuas, que pudiera estarse dando con el apretón de manos. Porque lo único que sí es claro y compartido por todos, en la región y en el mundo, es que reducir las tensiones en esta parte del planeta se ha vuelto imperativo y que sin duda el evento y el ánimo de distensión tienen una importancia superlativa.