Tanto correr nos impide vivir
A pesar de que vivimos en la era del celular, el microondas, los cajeros automáticos, Internet, es decir, rodeados de miles de innovaciones para ahorrar tiempo, pocas son las personas que no viven a la carrera y agobiadas porque no les alcanza el tiempo para nada.
Parece que estar constantemente de prisa se convirtió en un “modus vivendi”, a tal punto que nos sentimos incómodos cuando nos tomamos unos minutos para descansar aunque estemos exhaustos.
Lo cruel es que en esta loca carrera finalmente logramos estirar el tiempo para hacerlo todo menos vivir, si por eso entendemos compartir, reír, descansar, conversar, jugar, gozar o soñar.
El impacto que esta forma de vida tiene en la familia es funesto.
Al andar a la carrera vivimos como “volando por instrumentos”, es decir, concentrados en todo lo urgente por hacer, pero desconectados de lo que somos y sentimos. Y así, nuestras relaciones familiares se limitan a contactos carentes de afecto y calidez, que no alimentan el afecto.
El tiempo no puede seguir siendo nuestro enemigo. Lo necesitamos para formar la familia que soñamos tener. Hace falta tiempo para establecer lazos profundos con nuestro cónyuge porque estos se tejen en los momentos compartidos sin más propósito que estar juntos; para ganarnos la confianza de nuestros hijos porque saben que pueden contar con nosotros cuando nos necesiten; para formar su conciencia porque estamos tan presentes que nuestro proceder les dice qué está bien y qué está mal; y para alimentarles una fe sólida porque pueden ver cómo confiamos en Dios.
Vivir a la vida a la carrera atropella las relaciones. La impaciencia, producto del afán por ganarle la carrera al reloj, impide que tratemos a nuestros seres queridos con el afecto que merecen y que forjemos profundos vínculos afectivos con ellos. Hacer muchas cosas alimenta el ego, pero deja morir de hambre el corazón. Llena la agenda pero destrozan la familia.
Si el tiempo es oro no lo desperdiciemos haciendo muchas cosas para comprar el amor de nuestros seres queridos, que obtendremos gratis si dedicamos más tiempo a disfrutar de los hijos y ocupar el primer lugar en su corazón.