Columnistas

“¿Tengo derecho a ser feliz?”

11 de abril de 2016

Hoy en día, una de las principales razones que muchas parejas plantean como motivo para terminar con su matrimonio es que “yo tengo derecho a ser feliz”. Y con esa disculpa desertan a su familia, dejan a sus hijos sin la presencia cotidiana de ambos padres y a su pareja sin el apoyo que necesitan para cuidar el hogar y formar a los niños.

Yo me pregunto ¿de cuándo acá resolvimos que la felicidad es un derecho? Lo cierto del caso es que la felicidad no es un derecho sino que es el resultado de obrar bien y de hacer el bien, es decir, de actuar en forma correcta, justa, generosa y responsable. Y es esto lo que nos hará sentir verdaderamente plenos y satisfechos, es decir, muy felices.

Es cierto que todos tenemos derecho a buscar la felicidad, pero el precio a pagar por encontrarla no puede ser con base en arruinar la felicidad de las personas que más nos aman y necesitan, como son nuestros hijos.

Lo lamentable es que lo que están logrando muchas parejas cuando deciden ser infieles al compromiso de amarse exclusivamente “hasta que la muerte los separe”, es invocar su “derecho a ser feliz” como justificación para desertar a su cónyuge. Y así lo que hacen es causarles todo el dolor del mundo a sus hijos, a pesar de que se supone que son los seres que más aman en la vida.

A decir verdad, la gente verdaderamente feliz no es la que vive a todas horas divertida y a gusto porque tiene todo lo que se le antoja. Las personas realmente felices son aquellas que aman profundamente a su familia, que son fieles a la promesa de “amarse en las buenas y en las malas” que sellaron cuando se casaron y que viven dedicadas a cultivar el amor conyugal en su hogar. En esta forma, no solo contribuyen al bienestar y a la felicidad de sus hijos, sino también a crear una sociedad estable y un mundo tanto amable como armónico para las generaciones del mañana.