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TEÑIR DE ROJO, #FUIYO

07 de agosto de 2017

“Si tu única herramienta es un martillo, tiendes a tratar cada problema como si fuera un clavo”, Abraham Maslow.

Lograr cambios culturales profundos y significativos es tal vez una de las tareas más difíciles en una sociedad. En este sentido, modificar patrones arraigados de comportamiento social negativos va a ser siempre un quebradero de cabeza. Requiere de imaginación, creatividad, inteligencia, audacia y mucha sensibilidad porque por los caminos usuales a veces no se llega o se tarda mucho.

En la búsqueda de inducir reflexiones colectivas de calado que lleven a cuestionamientos profundos y estimulen las modificaciones de conducta necesarias, la realización de acciones simbólicas es una herramienta privilegiada. Eso se sabe desde los griegos. Acordémonos por ejemplo de Diógenes, maestro en perturbar a la sociedad ateniense. En nuestro medio, Mockus ha tenido destacadísimas “performances”.

Teñir de rojo algunas de las principales fuentes de agua de Medellín fue un acto simbólico que pretendía precisamente llamar la atención y convocar a la reflexión y la acción sobre los asesinatos ocurridos últimamente en una ciudad en la que, a pesar de los avances, la violencia sigue siendo una forma extendida de relacionarnos. Fue una manera pacífica, atrevida y creativa de traer esas muertes a la conciencia, para que dejaran de ser una cifra más y nos preguntáramos por qué somos así. La transgresión misma del acto rompía nuestro adormecimiento, nutría la inconformidad, invitaba a rebelarnos contra un destino de trágica violencia aparentemente indefectible. Convocaba a imaginarnos una ciudad distinta.

Y el alcalde no entendió. Su repuesta fue francamente triste y desalentadora. Nos recordó los costos económicos de limpiar las aguas e invitó a la identificación y posible multa de los autores, cual delincuentes de la mayor peligrosidad. Se montó en la patrulla perseguidora de fleteros. Así es como actúa nuestro alcalde. Esa es la visión que rige sus acciones. Así es su relación con la ciudad. No tiene aparentemente otras formas de entender la sociedad. Claro, para un martillo todos son clavos.

Tal vez el alcalde pensó que era un ataque directo contra su gestión. Error. La acción le estaba hablando a la ciudad y en esa medida también a él. La intervención le estaba hablando al ciudadano del común, al de a pie, al que pasa por la Plaza Bolívar o por el Parque de los Pies Descalzos o por el Teatro Pablo Tobón Uribe. Ese rojo es la sangre de todos, esos muertos son los de todos, ese dolor es el de todos.

Para poder gobernar una ciudad como Medellín hay que tratar de penetrar en las complejidades del ser humano, entender que significa guiar una sociedad con sus claroscuros, retos y contradicciones. Hay que aventurarse en los laberintos insondables de la vida misma, reflexionar sobre las preguntas de siempre, las dudas de siempre y arriesgar soluciones. Para eso hay que tener un alma sensible, una cabeza instruida, leída y una mente abierta. Una sociedad no se construye solamente persiguiendo bandidos, por muy popular que sea.

P.D. Y que a Bansky no se le ocurra por ahora hacer un grafiti clandestino en Medellín porque se lo borran y le cobran la limpiada.