Tensiones tras el Muro
El domingo, como celebración por las dos décadas y media de la caída del Muro de Berlín, el mundo recordó el fin del enfrentamiento entre dos potencias mundiales. Aunque la Unión Soviética llegaría oficialmente a su fin en 1991 (dos años después del colapso de la barrera), la verdad es que el paso dado por los alemanes en su reunificación llevó a Estados Unidos a gritar su hegemonía planetaria. El hecho acabó con una propuesta política comunista obsoleta, estableció a Washington como líder indiscutible y redefinió la geopolítica para iniciar el Siglo XXI.
Los 25 años recorridos desde entonces parecen una eternidad para los protagonistas de esta historia. EE. UU. manejó la década de los noventa con una prepotencia evidente, fue atacado con brutalidad el 11 de septiembre de 2001, entró en dos guerras eternas y finalmente afrontó una crisis económica de la que apenas se recupera. Europa se unificó finalmente en la Unión, Alemania tomó las riendas del grupo y, con crisis económica propia y devastadora, mantiene una amistad de altibajos con EE. UU. Lo de Rusia es capítulo aparte.
En lo que va del Siglo XXI y en cabeza de Vladimir Putin (rotando entre su cargo de presidente y de primer ministro), el país más extenso del mundo anunció que quiere volver al primer círculo del poder. Lo ha hecho evidente con sus acciones militares, políticas y económicas. Este 2014, con su actuación en Siria y posteriormente en Ucrania, dejó en claro que ni Estados Unidos ni Europa podrán detener sus propuestas imperiales.
Decía Mijaíl Gorbachov que la Guerra Fría está de regreso. Una segunda etapa de esta confrontación ideológica se ha cacareado tantas veces y en ocasiones con tanto facilismo y desconocimiento contextual, que cuesta trabajo creer en las palabras del impulsador de la Perestroika y la Glasnost. Sin embargo, tiene razón en el crecimiento de la tensión entre Occidente y Rusia.
Tras 25 años de la caída del Muro, las rivalidades han cambiado de careta pero aún se sienten en el aire. Con una compleja y empantanada presidencia de Barack Obama y un agresivo comportamiento político y militar de Putin, es probable que ese distanciamiento entre visiones aumente con los años. En un mundo que se precia de ser sustancialmente más libre, es inevitable reconocer que las potencias tienen líderes igual de sordos que los del pasado.