Columnistas

Tita & Álvaro, una historia de amor

19 de septiembre de 2021

Sé de muchos libros en los que las historias de amor son la parte esencial de la trama, pero sé de pocas historias de amor donde los libros son el nudo que ata y da sentido a los principales episodios del relato.

La historia de Tita Manotas y su esposo, el escritor Álvaro Cepeda Samudio, es una de ellas. Ambos se conocieron y se amaron por muchos motivos, pero el que los unió vivos y muertos fueron los libros.

Antes de conocer a Cepeda, Tita era una lectora apasionada. A los once años, un estante con puertas de vidrio, cerrado con llave, provocó en ella una tentación incontenible de ver qué había ahí adentro.

“Era un deseo muy fuerte y yo, de alguna manera, conseguí las llaves”, me contó en su casa del barrio Prado, en Barranquilla, en medio de un montón de estantes llenos de libros donde están mezcladas su biblioteca y la biblioteca del escritor.

“No recuerdo cómo logré tener esa llave... Creo que seguí a escondidas a papá y vi dónde la ocultaba... Un día, cuando se fue para su trabajo, abrí la vitrina y lo primero que saqué fue un libro titulado Las aventuras de Gil Blas de Santillana, dice. “Durante algún tiempo estuve muy calladita, pero un día en la mesa, en medio del almuerzo con todos mis hermanitos, mi padre y mi madre, no sé qué pasó, qué comentario hicieron, que yo dije: pero a ese filio de puta ¿cómo se le ocurre? Y se armó un bochinche grandísimo con mis palabras. Entonces, papá descubrió que yo estaba leyendo a escondidas el Gil Blas de Santillana. Pero eso tuvo una buena consecuencia: mi padre, lejos de regañarme, empezó a comprarme libros, como para que yo estuviera contenta con mi propia biblioteca”.

Tita piensa que era como si se estuviera preparando para el encuentro con ese escritor que entonces no conocía, y que empezaba a formarse: Álvaro Cepeda, el autor de novelas como La casa grande y libros de cuentos como Todos estábamos a la espera. Sus obras abrieron las puertas de la nueva literatura colombiana, casi al mismo tiempo que los cuentos y las novelas de su amigo, Gabriel García Márquez.

Tita siguió leyendo novelas en forma desenfrenada. Eran los comienzos de la década de 1950. Cuando estaba terminando el bachillerato, en una fiesta, conoció a un muchacho melenudo que andaba siempre de sandalias y al que también le gustaban los libros. Él le dijo: “Oye, ¿tú quién eres?”, y ella le dijo: “¿Y tú?”. Él le preguntó si le gustaba el fútbol y ella contestó que sí. Luego, aceptó una invitación al estadio a ver un partido.

Cuando él fue a su casa a visitarla por primera vez, vio que había libros por todas partes. “¿Y estos libros de quién son?”, preguntó. “Pues míos”, contestó ella. Él se quedó mirándola, como espantado. Tita recuerda que dijo: “Es que yo conozco gente que no sabe, ni siquiera, lo que es un libro”.

Esta es una de las historias del nuevo libro Los años de aprendizaje de Álvaro Cepeda Samudio, que acaba de publicar la Universidad del Norte, de Barranquilla. El libro rescata cuentos, crónicas y apuntes de sus libretas y agendas personales, algunas de la época en que él empezó a escribir, cuando estaba estudiando en Estados Unidos, hasta los años en que escribió La casa grande y Los cuentos de Juana.

Desde que él murió, estando muy joven, en 1972, Tita se dedicó a recogerlos y clasificarlos con paciencia y amor durante muchos años. El resultado es este libro hermoso: un hijo más del amor que unió a este par de lectores desaforados en la vida y en la muerte