Columnistas

TRANSFORMACIÓN DETENIDA

04 de diciembre de 2017

Hay un hecho concreto que sucedió en la historia reciente de Medellín y es conocido como la “Transformación”. Si bien fue en buena medida consecuencia de unos procesos sociales que se dieron en la ciudad durante la década del 90, nadie puede negar que inició y se consolidó, desde lo público, a partir de 2004 durante el gobierno de Fajardo y continuó en el cuatrienio siguiente con Salazar.

En los 90 esta era una ciudad con una sociedad civil dinámica que cuestionaba con vehemencia la administración pública. Una sociedad cansada de la falta de respuestas contundentes a sus problemas, aburrida frente al manejo que se tenía del gobierno local. Prueba de este desánimo era la percepción de corrupción arrojada en la encuesta de Confecámaras de Transparencia en el 2003 durante el último año de Luis Pérez en la alcaldía: 1,73 sobre 5. Fajardo salió con 4,53 de calificación. En la Revista Dinero de abril de 2007 se dice: “En el estudio de Confecámaras sobre la transparencia en la contratación, la ciudad pasó de ser una de las ciudades peor calificadas en sus procesos contractuales, en 2003, a ser la de mejor nivel nacional en contratación”. Eso fue parte de la Transformación.

Las administraciones de Fajardo y Salazar ya son parte de un pasado que pareciera lejano. Pero no hay lugar a dudas que dejaron una profunda huella y un camino trazado con acierto. En su ocasión, el entonces presidente Uribe dando la bienvenida a la ciudad al encuentro anual del BID en 2009 decía: “Medellín vive ahora un aire de confianza; sabe qué es la prosperidad dentro de la armonía social, la ética del respeto a la ley. Esta ciudad ha vivido un verdadero proceso de transformación donde, además de los logros en materia educativa y de seguridad, se les ha dado prioridad al urbanismo social, a las expresiones culturales, al desarrollo económico y la competitividad. Todo ello ha consolidado la participación ciudadana y ha profundizado la democracia”.

Eso ya no es así y no lo estamos manifestando. Parece que tuviéramos temor de decir las cosas por su nombre. La actual administración de Medellín es muy floja. El actual Alcalde puede ser un buen Secretario de Seguridad, pero de ahí no pasa. Los temas que nos dieron reconocimiento por ser una ciudad camino a superar sus problemas perdieron su liderazgo. La cultura, educación, emprendimiento, urbanismo social, convivencia, no lucen por ningún lado. No sabemos para dónde va esta ciudad. Las intervenciones públicas no parecen tener la misma contundencia ni generar la misma confianza y esperanza.

La ciudad ha perdido su ímpetu. La actual administración seguirá extraviada en su improvisación y falta de iniciativa y liderazgo. Debemos generar nuevamente los espacios colectivos que provocaron los procesos sociales de los 90 y que fueron detonantes esenciales para lo que se logró. Academia, empresarios, organizaciones sociales, medios: a sentarnos nuevamente a pensar, proponer y empujar para no dejar perder lo logrado. Nos puede pasar lo de Bogotá porque, para rematar, la misma persona que salió tan mal calificada por Confecámaras de la Alcaldía de Medellín en 2003 está en la Gobernación de Antioquia.