Un acto de humanidad
Por Carlos Daniel Fernández M.
Universidad de Antioquia
Contaduría Pública, 10° semestre
cdaniel.fernandez@udea.edu.co
Es tiempo de cambiar, de ejercer por fin el derecho que nos ha sido negado; no hemos tenido un solo día de paz. Es el momento de apagar los tanques de guerra y encender las ideas. De fundir las armas y erguir monumentos a la memoria; es el momento de perdonar sin olvidar para no repetir. Es el momento de frenar la destrucción y empezar la construcción de un país próspero, justo y equitativo. Es el momento de redireccionar nuestros esfuerzos como sociedad; de ver otros enemigos de Colombia, que aunque silenciosos también dañinos y muy peligrosos: la corrupción y la desigualdad. No solo la guerra nos ha dejado muertos, también la desnutrición se ha llevado nuestros niños. La corrupción es el cáncer que tiene en estado de agonía a la salud y que mantiene en estado de letargo a muchos de nuestros jóvenes que no logran acceder al sistema educativo.
Es un tema de conciencia, la mía me impide decir no a una oportunidad de emprender por fin; como decía Gabo, “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad”. Debo decir, si por simple humanidad no puedo negarles a las generaciones futuras un mejor país, no puedo negarles a los campesinos despojados el derecho a volver a sus tierras, no puedo negarme a mí mismo el placer de recorrer mi país. No puedo negarles a las víctimas su derecho a la verdad.
No se trata de entregar el país, de hecho nunca ha sido nuestro, es innegable que el poder ha estado concentrado en los mismos desde siempre. No se trata de ceder libertad, pues nunca hemos sido libres; tanto que no podemos transitar de forma libre por nuestro territorio. No se trata de entregar la justicia, pues nunca hemos vivido en un país justo; culpables de masacres y genocidios están en absoluta libertad, crímenes atroces han quedado en la impunidad.
Si analizamos bien el asunto, nos damos cuenta que no tenemos nada y que realmente no estamos corriendo ningún riesgo. Aún si existiera riesgo; preferiría un millón de veces equivocarme en la búsqueda de una paz estable y duradera que acertar tan solo una en la guerra que eterniza los problemas sociales.
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