Un balance mediocre
Se terminan a la fecha ocho años del gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Asume hoy como presidente Iván Duque. El país ha aplazado su pesimismo con la llegada de un hombre joven que ha dado muestras de sus capacidades para sacar a flote el país.
Figuro dentro de los numerosos colombianos que consideramos que el gobierno saliente ha sido mediocre, por lo general; pero nefasto en relación con numerosos temas clave como los cultivos de coca. En encuestas recientes, más del 70% de los colombianos desaprueba la gestión del presidente Santos. El hecho de que su candidato para la presidencia, el inefable jefe de las negociaciones en La Habana, el señor Humberto de la Calle, tan solo hubiera obtenido el exiguo 2% de los votos, tampoco confirma un buen balance.
Recordemos algunas frases de Santos: “Prefiero un acuerdo imperfecto a una guerra perfecta que siga sembrando muertos, después de más de medio siglo... Las Farc, cuando firmemos, van a comenzar a ayudar al Estado en lugar de combatirlo, en la sustitución de los cultivos ilícitos por los lícitos y en la eliminación de los corredores del narcotráfico”.
Para lograr estos objetivos prometió pagarles a los campesinos por la erradicación de los cultivos de coca, “incentivo perverso” como él mismo lo admitió cuando ya era demasiado tarde. A la espera del cumplimiento de esta promesa se triplicaron las áreas cultivadas y el país se convirtió en un mar de coca, casi imposible de erradicar hoy.
Las astutas Farc firmaron un acuerdo y organizaron unas disidencias para continuar su guerra si el Gobierno no les cumplía a cabalidad con los acuerdos. Las víctimas de estos supuestos disidentes y de otros grupos criminales que se matan entre sí por las utilidades de la coca, más uno que otro ciudadano recto que apoya la erradicación de los cultivos, se generaliza hoy bajo el asesinato de los “líderes sociales y defensores de los derechos humanos”. Problema mayúsculo para el presidente Duque.
Recibió Santos una economía que estaba sorteando bien la crisis mundial de 2008 y la convirtió en una economía mediocre. Prometió en exceso: transparencia, salud, vías, justicia, instituciones y hasta una paz verdadera.
Más nefastos temas clave: corrupción “como nunca antes”; impuestos confiscatorios, los cuartos más elevados del mundo; aprobó 6,3 billones para el posconflicto, mas no para la salud; justicia en manos de los “carteles de la toga”; sacrificó las instituciones en aras de su Nobel; se incrementó el consumo de coca entre nuestra juventud; surgieron las extorsiones por doquier; tasa de cambio pro contrabando, desindustrialización y desempleo juvenil; tasa de cambio antiexportaciones, la misma de 2003, los 2.900 $Col/dólar; en síntesis, tasa de cambio destructora, culpa de la coca. Y lo más grave de todo, nuestras relaciones con los Estados Unidos se hallan en la sala de cuidados intensivos también por culpa de la coca.
En política nos lega Santos un panorama oscuro, nada menos que el fortalecido partido de su amigo, Gustavo Petro. Si el Centro Democrático, los partidos tradicionales y el presidente Duque no logran ejercer un gobierno excelente, nada raro podría resultar que marche el país de la mano de Petro hacia otra Venezuela en el año 2022.