Columnistas

Un giro de 360 grados

01 de junio de 2020

En este encierro recordé que el cielo y el agua aman el color azul, y la tierra el verde. Si recordáramos esto, estaríamos dando un salto hacia un mundo mejor, pues este sencillo pensamiento es poderoso en su contenido: para lograr tener feliz al cielo, al agua y a la tierra, para permitirles que se vistan con sus colores preferidos –y sonrían– es necesario disminuir la contaminación, la minería extractiva, la ganadería, el apeñuscamiento e inmovilidad de las ciudades, el desorden, la basura y la indisciplina social.

Pensé también en Medellín, bella a pesar de haber sido atropellada por planificadores que solo ven ciudades lejanas, ajenas al ser de nuestra ciudad. Con tristeza recuerdo el daño sin retorno que los “urbanistas” Wiener y Sert le hicieron a la ciudad al definir que el corredor del río fuera la “espina dorsal” de las comunicaciones, con grandes vías adosadas al río, estrangulándolo, sin dejar áreas verdes generosas en sus orillas para el disfrute ciudadano, pudiendo haber localizado las vías más hacia el oriente y al occidente. Este daño y los desaciertos de la Avenida Oriental y el metro por el Parque de Berrío, han herido irremediablemente la ciudad.

Pero ahora se viene el metro ligero de la 80, innecesario, que anula lo que debería ser el esquema lógico de movilidad en telaraña de la ciudad, con metros radiales y vías transversales amplias y llenas de senderos y de naturaleza, atendidas por buses eléctricos. Un metro ligero por San Juan sería infinitamente más útil para la ciudad.

Finalmente pensé, que por doquier se habla de que viene un nuevo mundo, que será más estoico, virtual y amable, un mundo en el que algunos quieren sepultar, por ejemplo, la educación presencial, reemplazándola por la tediosa educación virtual, en la que se olvida el fundamental contacto personal maestro-alumno y alumno-alumno. Dicen los más, que estaríamos, gracias al coronavirus, dando un giro de 180 grados, giro que, en mi opinión, después de muchos rodeos será de 360 grados, llegando al principio, eso sí, agobiados por el miedo, pues ese es el destino de esta humanidad, mientras esté regida por leyes económicas capitalistas implacables que incitan al consumo y al derroche, pues allí está al acecho, imperturbable, a la entropía, que nos recuerda que todo tiende al desorden y espera, sin afán, que vuelva esa vida rápida, innovadora, fugaz y obsolescente, para empujarnos al mismo punto de donde arrancamos: es el eterno retorno .