Columnistas

Un mundo mejor

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03 de enero de 2017

En contra de todos los agoreros que nos acompañan desde la primera charca, el mundo es hoy un lugar más habitable que hace unos lustros. Cierto es que hay quienes se empeñan a conciencia en hacerlo invivible, los terroristas, entre otros. Pero también otros muchos profesionales del caos ponen su granito de arena para aguarnos la fiesta. Enumeremos a unos pocos: los abusadores de niños, quienes desprecian a las mujeres y las tratan como mercancía, los servidores públicos cleptómanos, los narcos que convierten en marionetas a millones de jóvenes para llenarse los bolsillos, aquellos que solo programan memeces en la televisión o los traficantes de armas. Todos estos cafres no están solos. Muchos de nosotros les echamos un cable en el día a día con nuestros comportamientos incívicos, cuando conducimos como cafres a toda velocidad, sacamos a nuestros perros a “pasear” y no recogemos las bombas con las que minan las aceras, pintarrajeamos las paredes ajenas o echamos una colilla, un bote de cerveza o una bolsa de plástico al suelo o a la mar. En realidad, con solo salir a la calle sin asearnos y sin la mejor de nuestras sonrisas ya estamos tomando partida por el eje del mal. Como todos esos estúpidos que se gastan fortunas en todoterrenos sin intermitentes.

A pesar de que la mala educación abunda y hasta parece estar bien vista, aún somos más los que damos los buenos días y pedimos las cosas por favor, y quienes detenemos nuestros vehículos en los pasos de cebra para dejar pasar a los viandantes, el signo de distinción más significativo que existe, por encima del dinero o de los títulos nobiliarios. Porque cada vez que usted para en un paso de cebra hace del mundo un lugar mejor, más civilizado y su ego tiene todo el derecho a hincharse de orgullo como un balón de helio.

Así que, aunque solo sea por eso, la humanidad está en el mejor momento de la historia. La prueba más evidente es que en 2050 seremos 10.000 millones de personas como consecuencia del mayor periodo de esplendor y paz conocido hasta ahora. Desde 1980, el porcentaje de personas que vive en situaciones de pobreza extrema se ha reducido a una cuarta parte. En el sur de Asia la sufría el 50 % y ahora el 15 %. En el este de Asia y el Pacífico, la pobreza extrema ha pasado de afectar al 80 % (cuatro de cada cinco personas) a apenas el 3,5 %. En conjunto, apenas el 9,3 % de la población del planeta vive en situación de extrema pobreza frente al 43 % de 1980, según los datos del Banco Mundial. En parecidos términos se encuentran otras variables, como el porcentaje de personas con desnutrición –en el 11,3 % frente al 21 % de 1980, según la FAO–; el analfabetismo, prácticamente residual; el acceso al agua potable que se ha extendido a 2.000 millones de personas desde 1990, la mortalidad infantil, o la esperanza de vida global, que ha pasado de los 61 años en 1980 a 71 años en la actualidad.

Sin embargo, el 87 % de la población cree que los niveles de pobreza se mantienen inalterados o incluso han empeorado en los últimos 20 años.

Nos enfrentamos a desafíos mayúsculos, sin duda, entre ellos evitar la desmedida concentración de la riqueza y lograr un consumo global sostenible, pero en contra de lo que los charlatanes del apocalipsis, los tristones, derrotistas, aguafiestas, hipocondríacos y pesimistas en general nos venden en su propio beneficio vivimos mejor que nunca. Y a pesar de que algunos aún tratan de demonizarlo, el capitalismo es el sistema que ha hecho posible este éxito de la humanidad porque, al fin, es el más justo de todos ellos. Que nadie lo olvide en 2017, desde Francia hasta Colombia, cuando acudan a votar.