Un puñado de liras
El 11 de agosto estuve en la boda de una amiga en CerModern, un museo de arte contemporáneo en Ankara. Las monedas de oro son el regalo de bodas preferido en Turquía. Los invitados parecían sumisos, pero aparecieron con monedas de oro en sus carteras y bolsillos. Las conversaciones sobre el precio del oro llenaron el patio del museo.
El día anterior, después de la escalada de las tensiones entre Turquía y Estados Unidos, el presidente Trump había duplicado los aranceles de los metales en Turquía. El valor de lira cayó en un 20 por ciento frente al dólar y elevó los precios en el país.
“Supongo que no es el mejor momento para casarse”, dijo mi amiga, la novia, suspirando. “Es buen momento para casarse”, respondió un amigo. “Es el peor momento para ser invitado a una boda”.
El 10 de agosto había sido terrible en Estambul, donde trabajo en una empresa de construcción, desarrollo e inversión. Entré a la oficina y encontré a todos mis colegas con la mirada fija en sus pantallas de computador, mirando Twitter y refrescando constantemente las páginas de sitios noticiosos para revisar si la lira había caído aún más que la última vez que habían mirado. Los teléfonos fijos, que sonaban sin parar en mi oficina, se habían silenciado.
Todos los rostros en el edificio estaban pálidos, tensos, rígidos.
Al igual que el Sr. Trump, la crisis económica de Turquía no surgió de la nada. Los economistas, los analistas financieros y los turcos comunes han estado especulando sobre una inminente crisis económica a través de los últimos dos años. El miedo a un empeoramiento del clima económico fue la razón principal por la que Recep Tayyip Erdogan celebró las elecciones parlamentarias y presidenciales en junio, más de un año antes de lo previsto.
Inversionistas y marcas extranjeras, especialmente de Europa y Estados Unidos empezaron a retirarse de Turquía después de la era de inestabilidad social y política que se intensificó con el intento de golpe de julio del 2016 y la subsiguiente represión de las libertades civiles.
Aunque la principal relación comercial de Turquía sigue siendo con Europa, lo que desencadenó la última crisis fue la disputa entre la administración Trump y el gobierno turco sobre Andrew Brunson, el predicador estadounidense que fue arrestado después del intento de golpe y ahora está bajo arresto domiciliario en Turquía .
Estamos empezando a ver ecos de la vieja práctica de pedirles a amigos que viajan al exterior que traigan productos electrónicos, ropa e incluso libros, como lo hacíamos en la década de 1980, cuando Turquía todavía no había liberalizado su economía.
En los últimos años, a medida que las relaciones políticas de Turquía con Europa y Estados Unidos se deshilachan, el gobierno del Sr. Erdogan ha establecido vínculos económicos más fuertes con los Estados del Golfo y África Occidental, reconfigurando Estambul para atraer al medio millón de turistas que llegan de los estados del Golfo. El aumento de la islamofobia y el creciente sentimiento antiinmigrante en Europa también han hecho de Estambul un destino preferido para los turistas árabes y otros turistas musulmanes.
Las pequeñas empresas en Estambul han llegado a depender en gran medida de estos flujos de turistas. Edificios de apartamentos y torres de oficinas vacías, no vendidas o a medio construir están erigidos sobre varias partes de la ciudad. Turquía está construyendo el aeropuerto más grande del mundo, con un costo reportado de 10,2 mil millones de euros (US$ 11,7 mil millones). El aeropuerto, cuya primera fase se espera que abra a fines de octubre, se siente como una indulgencia. Me pregunto cuántas crisis económicas más tendrá que soportar mi generación. Esta fue mi quinta crisis.