Columnistas

Un sínodo más pastoral y menos doctrinal

27 de octubre de 2015

Culminó el pasado domingo la segunda parte de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Tras sesiones que duraron tres semanas, no se dio ningún cambio en la doctrina que ha guiado a la Iglesia por más de dos mil años y que está basada en las Sagradas Escrituras. Algo que ansiaban hambrientos cientos de periodistas conglomerados por estos días en la sala de prensa de la Santa Sede.

Esto no significa que los padres sinodales no hayan discutido temas álgidos. Significa más bien que las conclusiones han estado encaminadas a una mayor atención pastoral y una menor condena, de acuerdo con el más importante mandato que hizo Cristo: la caridad.

El Papa Francisco invitó en el discurso de clausura del Sínodo a defender la familia: “de todos los ataques ideológicos e individualistas”, pero “sin caer nunca en el peligro del relativismo o de demonizar a los otros”, sino más bien de “abrazar plena y valientemente la bondad y la misericordia de Dios, que sobrepasa nuestros cálculos humanos y que no quiere más que «todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4)”.

Dentro del documento final se pueden resaltar algunos puntos como la unión entre un hombre y una mujer como base de la familia; la importancia de la preparación para el matrimonio y el acompañamiento permanente a los esposos; la vida como un don que viene de Dios y los peligros que trae la manipulación de embriones que pueden reducir al ser humano a un derecho de sus padres o un bien de consumo; el matrimonio como una institución indisoluble y por lo tanto, las heridas que una disolución puede traer en todos sus miembros. La importancia de la educación de los hijos en la fe, la “tolerancia cero” ante la violencia doméstica, la invitación a los divorciados vueltos a casar a que se sientan parte de la Iglesia, discerniendo en cada caso las causales de separación, evaluando las posibles salidas a esta problemática; la compañía que las parroquias o movimientos eclesiales deben dar a la familia y la asistencia ante situaciones como la viudez, la enfermedad, los problemas personales de algunos de sus miembros, la explotación o el maltrato infantil.

Bien dijo el Papa Francisco: “Dichas dificultades y dudas a la luz de la fe, se han examinado atentamente, se han afrontado sin miedo y sin esconder la cabeza bajo tierra”.

Por ello el Papa invitó a los allí presentes a cambiar la actitud de algunos “corazones cerrados”, que a veces se esconden “dentro de las enseñanzas de la Iglesia” y que juzgan sin conocimiento de causa, en lugar de servir como agentes de reconciliación.

Las declaraciones finales serán tenidas en cuenta en la Exhortación Apostólica que debe publicar el Papa en los próximos meses en la que seguramente recordará que la Iglesia es un lugar de perdón y que a ella pertenecen “los justos y los santos cuando se sienten pobres y pecadores”, como dijo en el discurso conclusivo del Sínodo.