Columnistas

UN VERDADERO TRASHUMANTE

10 de diciembre de 2018

Que un artista arribe a sus cincuenta años de creación continua, en un medio muy hosco con las bellas artes porque solo piensa en los réditos materiales -como sucede en esta comarca-, es un hecho que merece ser destacado y aplaudido porque solo la disciplina, la tenacidad y la creatividad, logran que ese prodigio sea posible. Eso sucede con el maestro antioqueño Pascual Ruiz Uribe quien, con motivo de esta efeméride, ha recibido este año en otros galardones el más alto reconocimiento otorgado por el Departamento a quienes luchan a brazo partido por el saber, por muy difíciles que sean las condiciones de su laboreo: ¡La Estrella de Oro de la Cultura de Antioquia!

Por supuesto, no se necesita ser un gran estudioso del arte para destacar en él la originalidad en el manejo del color y de las temáticas tratadas, todo lo cual lo lleva a construir espacios circulares y formas esféricas llenas de sensibilidad, como dijo del artista el finado Leonel Estrada, quien, por supuesto, no se pudo recrear con la maravillosa muestra efectuada en la Sala de Arte de la biblioteca de la UPB hace cuatro años.

Por eso, Pascual Ruiz Uribe muestra exultantes caballos que quieren salirse de las colgaduras, a veces montados por polistas o jinetes osados que compiten contra sus rivales; o entra en escena con su pincel por carreteras y avenidas para captar a ciclistas que, cual “ruteros cósmicos”, buscan las cumbres más elevadas hasta internarse en los cielos y mostrarle al mundo que con el sufrimiento y la persistencia se triunfa. También, surgen de sus manos mágicas nadadores atrevidos que compiten en la alberca, esgrimistas trenzados en duras batallas que hablan el lenguaje de los iniciados, tenistas, cultores del baloncesto, motociclistas, atletas, golfistas, toros desafiantes, etc.

Asimismo, desfilan paisajes, a ratos grises y tristes; bodegones de ensueño; mariposas de gran tamaño llenas de colorido y que, a diario, son expresión de la vida y un reto para la muerte. Y, como se trata de un artista crítico, de esos que “no traga entero” y todo lo cuestiona, también circulan por sus carboncillos y lienzos las figuras que apuntalan un establecimiento decrépito y caduco; y, por supuesto los criminales que siembran el terror y llenan los cielos de la urbe, otrora limpios, de bombas y nubarrones.

Y, como se trata de un fructífero creador que cambia de un lugar a otro con una obra siempre viva y fortalecida, a la par que mucho sufre pero también goza, por su estudio pictórico desfilan los cultores del tango con sus hermosos bailes cadenciosos; y, en plan de legarle a la historia su propia cosmovisión, ahora aparecen los cuadros elaborados sobre fotografías en los cuales inserta a los personajes que más lo conmueven, sea porque hayan incidido en su propia búsqueda o en el devenir de una región y un país que se enfrenta con expectativas al futuro siempre incierto, dolorido y muy resquebrajado.

Por eso, durante estas cinco décadas recorrió todos los caminos de su propia tierra y, cual luchador indómito, se enfrentó al difícil mundo globalizado para exponer su producción en otras latitudes desconocidas; por eso, trabajos suyos aparecen en importantes colecciones de diversos países y, obsérvese, él mismo recorrió otras sendas para enriquecer su importante formación y legar a su terruño nuevas producciones llenas de esa singularidad, hoy tan escasa y añorada.

Bien haría, pues, el Museo de Antioquia al cual -por iniciativa de quien esto escribe-donó su hermosa obra premiada en la Bienal de Florencia en 2003, honrar al querido Maestro con motivo de sus cincuenta años exhibiéndola o, lo que sería más honroso, abriéndole una de sus salas para que le enseñe al público culto una muestra de sus varios miles de prodigios pictóricos como los que ha exhibido la Gobernación de Antioquia estos días. ¡Él se lo ha ganado a punta de soledades y con creces!.