Columnistas

Una Carta

01 de diciembre de 2018

Apreciado Arturo. Disfrutamos leyendo las crónicas sobre tu estadía en el Congo, mejor dicho en la selva virgen donde solo se escucha el rugido de las fieras, la algarabía de las aves y el croar de las ranas. Tus amigos, al final, consideramos que a pesar de los peligros que corres, te encuentras más seguro que en Medellín y sus alrededores.

Atendiendo la inquietud sobre cómo está el país, nos pareció prudente hacer una especie de encuesta entre varias personas. Abogados, médicos, ingenieros, administradores, conductores de buses y taxis, venteros ambulantes, peluqueros y otros. Cada uno expresó a su manera que las cosas no marchan bien.

En general, esperaban que ya era tiempo de ir corrigiendo las torpezas y abusos del gobierno anterior. Creen que el señor presidente pretende escuchar a Raimundo y todo el mundo, incluyendo a Maluma. Y que las decisiones que tome reflejen a la mayoría, que casi siempre son los que más bulla hacen, ignorando a quienes con los años adquirieron la sabiduría.

El llamado hueco fiscal, según el ministro de Hacienda, es de $14 billones, otros dicen que es de $30 billones y el gobierno de Santos afirma que todo estaba cuadrado. De cualquier manera que sea, es evidente la improvisación como se ha manejado esta reforma tributaria, que por la importancia que representa, no debió ser para tapar un faltante, sino para tener una ley que consulte la equidad y la eficiencia en el manejo de los impuestos.

Nuestro presupuesto nacional es como una vasija llena de agujeros. En la vida real son, la corrupción, el desgreño administrativo y la incapacidad de hacer un manejo racional de los recursos públicos. Hay derroche y no existe el sentido de la austeridad. Los ingresos públicos por decir algo el 80 %, dependen de la Dirección de Impuestos Nacionales. Esta entidad ha sido poco eficiente y permisiva con las travesuras de asesores tributarios, que al final le causan daño a los que tienen menos.

Los medios de comunicación, con razón, destacan la muerte de niños por desnutrición en La Guajira o en Chocó, pero poco se ocupan de averiguar, de una parte sobre las artimañas para obviar el pago de los impuestos y de otra para verificar el uso de los dineros públicos de entidades, tales como la Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, universidades y fuerzas militares, para mencionar unas pocas.

Es fundamental taponar los agujeros por donde se pierde una parte importante de los ingresos públicos y luego expedir un estatuto tributario simple y claro que garantice la estabilidad del presupuesto nacional, sin desestimular la inversión de capital.

La complejidad como se manejan las cifras del presupuesto nacional y su ejecución, impiden que haya un control eficaz. Dicho de otra manera, en la práctica no es posible ejercer ningún control sobre el destino que se da a los recursos del Estado.

En conclusión, antes de seguir hablando con la gente, se deberían tapar todos los huecos por donde se derrochan y sustraen buena parte de los recursos fiscales.