Columnistas

Una Isla del Pacífico, radioactiva y olvidada

08 de diciembre de 2014

No hay servicio aéreo constante hacia el atolón de Enewetak en las Islas Marshall, donde los Estados Unidos probaron 67 armas nucleares ente 1946 y 1958. En mi primer viaje a Majuro, la capital, en 2010, con el propósito de estudiar el peligro posado allí por las mareas crecientes, logré montarme en un vuelo especial. Luego embarqué en un bote pequeño para visitar un vertedero de desechos nucleares que el mundo ha casi olvidado.

Las Islas Marshall están apenas a unos seis pies por encima del nivel del mar. Su supervivencia así como la de otras naciones isleñas estuvo en la mente de negociadores reunidos en Lima, Perú, para una conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático.

El lugar sobresale por su infortunio: primero fue devastado por radioactividad, producto de las pruebas realizadas después de la Segunda Guerra Mundial y ahora, por las mareas crecientes que amenazan con tragárselo.

Cuando el bote llegó a una isla diminuta llamada Runit, desembarcamos y caminamos entre unos matorrales. Un domo de concreto de 350 pies de ancho se veía hacia adelante. No vi señalización ni rejas ni guardias. Mi guía se dirigió hacia el domo y se paró encima de él; impulsivamente lo seguí. Quisiera haber llevado un medidor Geiger.

Los Estados Unidos habían elegido esta cadena de islas entre Hawaii y Australia para sus pruebas nucleares, en particular los atolones de Bikini y Enewetak. Cada uno es un delgado circulo aquebrantado de arrecifes de coral que rodean una laguna, los restos de antiguos volcanes. En los años 70 los Estados Unidos estaban pensando en darle independencia al país, cosa que eventualmente hizo, y se preguntaban qué hacer con el desastre que dejaron atrás las pruebas.

Bikini era tan radioactiva que habia poca esperanza de permitir que su población desplazada volviera a sus hogares. El Departamento de Defensa concluyó que había tanta tierra contaminada con cesio-137 y estroncio-90 que lo más seguro era abandonarlo y permitir su descomposición natural. Ambos tienen vida media de unos 30 años.

En Enewetak, en la segunda mitad de los años 70 los Estados Unidos decidieron echar todo el terreno contaminado con plutonio que pudo en un cráter de 33 pies de profundidad en Runit, dejado allí en 1958 por una bomba similar en tamaño a la que devastó a Hiroshima.

Además del terreno contaminado, llenaron 437 bolsas plásticas con pedazos de plutonio que encontraron en el suelo. También fueron a parar en el cráter, que luego taparon con una capa de concreto de 18 pulgadas de grosor. La limpieza se completó en 1980 y algunos de los habitantes de Enewetak, quienes habían sido desplazados forzosamente en 1946 para abrirle paso a las bombas, pudieron regresar. Pero más de la mitad del atolón aún era inhabitable y la mayoría de lo que quedaba ya no era cultivable.

La longevidad no estaba dentro del criterio de diseño para el domo de Runit. De hecho el domo no cumple con los estándares americanos para rellenos sanitarios para desechos domésticos.

Un cuerpo especial del Consejo Nacional de Investigación advirtió en 1982 que el domo podría ser roto por un tifón severo. Pero un informe en el 2013 patrocinado por el Departamento de Energía opinó que no había motivo para preocuparse. “Fracaso catastrófico del domo de concreto,!” dice, “y el vertimiento instantáneo de todo su contenido a la laguna no llevará necesariamente a cambios significativos en la dosis de radiación enviada a la población local de habitantes”.

La razón, según el informe, era que la radiación dentro del domo es relativamente insignificante cuando se compara con la radiación en los sedimentos de la laguna. Por lo tanto una fuga en el domo no sería mayor amenaza porque afuera está más contaminado que adentro. Los orígenes de isotopos de plutonio descubiertos recientemente en el mar de China del Sur han sido identificados en las Islas Marshall, a unas 2.800 millas de distancia.

Una inspección el año pasado encontró que el domo estaba deteriorando y las aguas subterráneas radioactivas suben y bajan con la marea. Las tormentas llenan el domo de arena, la maleza crece en sus grietas.

Como están las cosas ahora, lo más probable es que el domo Runit sea sumergido por aguas crecientes o destrozado por tormentas, y su veneno radioactivo será desatado en el océano empeorando el legado que nuestra avanzada civilización le ha dejado a esta diminuta nación isleña

* Director del Centro
de Sabin para la Ley de Cambio Climático en Columbia. Co-editor, de los “Países isleños amenazados: Implicaciones legales de la elevación de los mares
y un clima cambiante”
.

Por

Michael B. Gerrard

www.nytsyn.com