Urabá, cuánto te debemos
Urabá ha sido un laboratorio del conflicto armado. Esa región pasó por los diferentes momentos y fenómenos de las disputas por la tenencia de la tierra y las luchas por el poder económico y político. Como maleza difícil de arrancar, allí echaron raíces las Farc, el EPL, las autodefensas, los Comandos Populares, Don Mario y sus herederos de hoy, los Gaitanistas (Clan del Golfo). Todos asociados a rentas ilegales millonarias: el tráfico de drogas (y armas, en años de mayor confrontación), el contrabando y la minería ilegal.
Pero Urabá también ha sido escenario de resistencias y laboratorio de paz. Suele ocurrir que en los medios masivos de información ganan protagonismo los homicidios, las masacres, los desplazados, los combates, las asonadas, las incautaciones de droga, el exterminio de movimientos y líderes políticos y el litigio por las tierras. Eso es cierto, pero no es la única realidad, no es esa la verdad absoluta de la región. La vida triunfa y rebrota.
En Urabá sobreviven pacientes y valientes procesos de organización, en la iniciativa de grupos sociales y dirigentes acuciosos. Muchos perseguidos en otro tiempo con inclemencia por los actores armados, y otros a la sombra convencidos de que aquella marea de sangre algún día iba a bajar. El chance está llegando.
Aunque hoy persiste la presencia de una estructura criminal como el “Clan del Golfo”, que además de su gran poder de corrupción entre agentes estatales pareciera tolerada por algunos sectores para perpetuar el control y despojo a comunidades, a partir de la intimidación, las agresiones o el engaño, también se respira un aire de optimismo, de cambio, de desarrollo y formación de personas y grupos convencidos de que es posible construir convivencia y paz.
El viernes pasado, invitado por la Diócesis de Apartadó, compartí con 30 periodistas, comunicadores y líderes, reflexiones sobre cómo activar y alentar esa transformación.
Si bien todavía persiste cierto escepticismo entendible, porque las condiciones de seguridad no son ideales y las promesas del gobierno registran “favorabilidad” al incumplimiento”, y porque a este país le falta poner sus ojos, con otra mirada más allá del estigma, en la gente de la región y sus valores humanos tan ignorados, aun así, en Urabá quieren, buscan y anhelan componer otra historia.
Para ese entendimiento, para esa reconciliación, para esa oportunidad de hacer memoria de lo pasado, y evitarlo en el presente y el futuro, es que muchas organizaciones y dirigentes se movilizan ahora. Y deben sentir que el gobierno en Antioquia y Colombia es capaz de reconocer y dar campo a tanta esperanza.