#Venezuela-EleccionesEnPaz
Nicolás Maduro votó el domingo bien temprano, pasadas apenas las seis de la mañana, con un afán infantil de declararse primero en la jornada. Siguió los pasos de todo político, lento en su andar y lento al depositar el sufragio, para luego narrar la verificación del ejercicio en el moderno sistema electoral. Entregó el carné de la patria para corroborar su participación con un código de barras, todo risas y aplausos, mientras las cámaras enfocaban el proceso. Pero sobrevino el fiasco: la pantalla del celular reveló en unas letras oscuras y simples: La persona no existe o el carné fue anulado.
“¿Está bien?”, preguntó nervioso Maduro a la encargada de la confirmación. “Sí”, respondió ella, evitando aumentar el papelón, mientras las tomas oficiales buscaban un plano más amplio y el heredero de Chávez daba largas a una puesta en escena ridícula y ofensiva.
Nada estaba bien, por supuesto. O el presidente de la República Bolivariana de Venezuela tiene un documento ilegal o el sistema de verificación está corrupto, ambas posibilidades catastróficas para una jornada plagada de dudas y denuncias. Pero qué importa ya. En la triste Venezuela que hemos visto mal vivir los últimos años la verdad es subjetiva y, para el régimen, solo se crea por arte de magia cuando un miembro de Miraflores la pronuncia.
Los francotiradores de la Guardia Nacional Bolivariana se disponían en techos para apuntarles a los manifestantes. Policías obedientes a Maduro saltaban por los aires cuando violentos opositores activaban explosivos a su paso. Los muertos se contaban por decenas en las calles de todo el país. Las tanquetas de las Fuerzas Militares entraban, arrasando portones, a las unidades residenciales. Nada importa ya. Nada ocurre si no lo acepta el Gobierno o sus compinches.
Con el país en llamas, la presidenta del Consejo Nacional Electoral venezolano Tibisay Lucena, contradecía toda lógica al asegurar que la jornada transcurría de forma tranquila y normal. “El 99% y más de la población venezolana está votando”, decía, mientras periódicos y telenoticieros de medio mundo se llenaban con imágenes que la refutaban.
No hay forma. La argumentación aquí resulta inocua. A las fotos de las mesas vacías, los oficialistas ofrecían otras de largas filas. A las imágenes de los tiroteos y la cifra creciente de asesinatos, Maduro y los suyos imponían el hashtag #VenezuelaEleccionesEnPaz.