Columnistas

VER PELIGRO EN UN ROSTRO

04 de noviembre de 2017

Por ALEX BASTIAN
redaccion@elcolombiano.com.co

Todos los días, los ciudadanos americanos son detenidos en cuartos sin ventanas en aeropuertos internacionales con poco o nada de escrutinio. No me estoy refiriendo a aeropuertos en algún país extranjero; me refiero a nuestros aeropuertos aquí en los Estados Unidos. Lo sé porque me sucedió a mi.

A principios de este mes, estaba regresando a San Francisco de un viaje a Armenia y Grecia. Sin una sola pregunta, sino con cuidadoso escrutinio de mi cara y rasgos del Medio Oriente, un agente del Departamento de Seguridad Nacional me ordenó entrar a un cuarto en la parte trasera del terminal. Mientras me dirigí al área de detención, muchas ideas me cruzaron por la cabeza. La principal, sin embargo, era práctica: ¿cómo detener a un fiscal de San Francisco que ha pasado la mayor parte de su carrera avanzando la seguridad pública con base en su apariencia hace más segura a América?

Después de más o menos una hora de espera, mi interrogador llegó a hacerme unas preguntas. Me preguntó sobre mi viaje a Armenia, si yo había tratado de entrar a Turquía o Siria durante mis vacaciones, si yo había visitado campamentos de refugiados y si me había unido a grupos como el Estado Islámico. Estas son preguntas extraordinariamente ignorantes. Por un lado, soy un armenio-americano cuya familia escapó de la Guerra Civil Libanesa hace más de 35 años. Como descendiente del Genocidio Armenio, un genocidio cometido por turcos, no hay lógica absoluta que explique por qué yo intentaría entrar a Turquía desde Armenia (especialmente dado que Turquía ha bloqueado esa frontera). Es más, como armenio, soy cristiano, y como lo han vivido armenios en Siria e Irak, encontrarme con grupos yihadistas habría resultado en mi secuestro y posible decapitación.

No fue sino hasta bien entrado en mi interrogatorio que el oficial me preguntó cómo me ganaba la vida. Le dije que era un fiscal en la Fiscalía de Distrito de San Francisco, un hecho que podría haber sido revelado con una simple búsqueda en Google. Mi detención terminó poco después de que esa información salió a la luz. Lo que nunca salió a la luz, sin embargo, es por qué me detuvieron en primer lugar. Nunca me dieron una respuesta directa, y tengo muy pocas posibilidades de recurso. Mi detención estuvo dentro de las reglas.

Vale la pena recordar la naturaleza torpe de mi interrogatorio, porque señala la naturaleza de los perfiles raciales y su uso generalizado en nuestras fronteras. Incluso si hubiera sido un musulmán estadounidense, ¿qué conexión ... tendrían mi apariencia o religión con mi riesgo potencial para la seguridad nacional?

Para responder esa pregunta, uno primero debe tratar de entender por qué sucede el perfilamiento racial. Este nace del miedo injustificado y sin fundamento, entre otras razones moralmente vacías. Ese miedo crea políticas racistas en nuestro país, y no sólo en nuestras fronteras. Usted lo puede observar en el exceso policial en barrios afroamericanos, el encarcelamiento excesivo de afroamericanos, los llamados para deportaciones en masa de inmigrantes latinos y el internamiento de japones-americanos durante la Segunda Guerra Mundial. En cada caso, la identidad, o el color de la piel, o la religión de una persona es tomado como suficiente evidencia de un intento peligroso.

No estoy diciendo que no debe haber seguridad extensiva en los aeropuertos. Como alguien que está en el campo de la aplicación de la ley, creo sinceramente que debería haberla. Pero la política actual de detener a las personas en los aeropuertos con base en su apariencia no sólo es inconstitucional, sino que tampoco nos protege. Los perfiles raciales nos fallan a todos porque todos sabemos que el peligro proviene de personas que pueden parecerse a cualquiera. La creación de perfiles también pierde los corazones y las mentes de los ciudadanos por los que se supone que trabaja el gobierno. Engendra la pregunta: si mi país no me ama, ¿por qué debería seguir amando a mi país? Y si yo, como servidor público, empiezo a tener esa pregunta en mi mente, ¿qué piensan los demás en nuestras calles y en nuestros aeropuertos?

Somos una nación de leyes, y ninguna política debería estar por encima de algún nivel de responsabilidad y escrutinio. El momento en que dejamos de ser una nación de leyes es el momento en que dejamos de ser los Estados Unidos de América.