VIARTE: ¡EL ARTE EN LAS CALLES!
Acaba de terminar, con rotundo éxito, la quinta versión anual de Viarte con la cual se le ha rendido un muy sentido homenaje a uno de los más encumbrados expositores de la cultura nacional, el gran escultor itagüiseño Salvador Arango. El evento tuvo lugar del 30 de julio al dos de agosto, en la Calle de la Buena Mesa, Sector de Manila, con cerca de 100 expositores y 76 pabellones.
La magnífica y titánica organización fue liderada por la Corporación Arte Único, dirigida por Yolanda Cárdenas, acompañada de algunos quijotes que luchan contra los gigantescos molinos de viento del abandono y el olvido, como son los artistas Pascual Ruiz, Robinson Cárdenas y Fredy Sánchez Caballero –cuya obra mucho deslumbra–, incluido el Concejal Carlos Alberto Bayer Cano, y algunas entidades que fomentan la cultura.
La idea –asistida por el fallecido Maestro Leonel Estrada– se puso en ejecución en 2011, para darles oportunidades a los artistas plásticos en un espacio urbano (la calle como galería), de exponer sus obras y deleitar a los amantes del arte. De paso, abrir el espacio al mercado de los trabajos, propender por la calidad de vida de esos profesionales y, de manera socrática, formar al público en este tipo de manifestaciones.
Sin embargo, mientras estos creadores infatigables luchan por la ciudad y le hacen este maravilloso regalo, los avaros dirigentes prefieren traer estrellas extranjeras para dar conciertos gigantescos; ¡eso sí da votos! Por ello, cabe preguntar: ¿cómo es posible que, en un país urgido de construir la paz, los más zaheridos sean los autores de estos maravillosos universos? Es más, ¿por qué tanto abandono con los cultores del saber, mientras gobernantes ineptos despilfarran el erario en obras suntuarias o en publicidad para edificar sus falaces imágenes de luchadores sociales?
Tal vez por eso, ahora, ellos se toman de forma decidida las vías para proclamar, a los cuatro vientos, que cuando una sociedad pisotea a los constructores de la cultura va camino de la perdición y a su disolución; y, debe entenderse así, su mensaje claro es que la mejor manera de desarmar los espíritus no es entregándole a nuestros jóvenes un fusil Galil sino dotándolos de un lienzo, un pincel, un caballete o un cincel.
Viarte, pues, es una muy fecunda expresión de la vida cultural de la ciudad y del país que nace de la entraña más profunda de nuestra sociedad y debe ser apoyada por todos para que, con los gladiadores que la jalonan, siga adelante y nos muestre otros caminos. Esta expresión colectiva tiene que consolidarse porque nuestros artistas también existen y debemos abrirles todos los espacios, porque el ejercicio del poder y la conducción de los pueblos sin la imaginación de quien pinta un cuadro o labra una escultura, son tareas propias de mentecatos.
Bienvenidos, pues, los creadores que con sus magníficas faenas alumbran el camino y nos señalan un mejor mañana; los que llenos de vida y colorido engalanan las calles de la ciudad y, con sus sueños alados y sus proclamas, encarnan la dignidad del ser humano y nos dan nuestra identidad. A ellos, muchas gracias porque nos han puesto a soñar otra vez con las épocas maravillosas en las cuales la ciudad, altiva y orgullosa, recibía las bienales de Coltejer y en la que el Acuerdo 31 del Concejo Municipal –luego, el 38 de 1975– propendía por el embellecimiento de la urbe y el engrandecimiento de sus virtuosos, por lo cual era obligatorio que en los nuevos edificios se construyera una obra de arte.
Esta gesta cultural debe seguir adelante con su tarea encomiable, porque su proclama es la de los libertarios que, por boca del gran poeta español Miguel Hernández ˗muerto en las mazmorras franquistas˗, dicen: “Para la libertad sangro, lucho, pervivo, para la libertad, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos”.