vida
No te preocupes por lo que digan los demás. Siempre habrá alguien, y por lo general más de una persona, que pretenda que te ajustes a lo que ellos creen, sienten, pero sobre todo que vivas tu vida según lo que ellos temen. No dejes que sus opiniones te intimiden, ni determinen tus pasos. No dejes que otras voces anulen la de tu propio corazón. No siempre lo harán con mal+a intención, pero a la larga las opiniones ajenas son solo eso y con la única que te debes quedar es con la de tu conciencia, que te susurre cada noche si aprovechaste el día o lo dejaste ir. Tu propia voz es la que más cuenta. Solo así lograrás ser dueño de tus victorias y desaciertos y te sentirás pleno en la vida.
No te aferres a lo material. Ni la cantidad, ni la calidad de las cosas que una persona poseen definen quién es. Quien busca definirse por medio de objetos no llena su alma, carece de propósito y jamás está satisfecho con la vida. No es cuánto acumules en la vida, sino cómo consigues lo que tienes, qué construyes, qué huella dejas en la vida de los demás. No te define tu ropa, ni la contextura de tu cuerpo, ni siquiera tu modo de hablar. Te define lo que haces, y tu capacidad para reconocerte en otras personas sin importar su color de piel, su religión, su orientación sexual o su forma de pensar. Si te pasas la vida haciendo inventario de cosas materiales y superfluas las grandes maravillas que el mundo tiene para ofrecer te pasarán de largo.
No te preocupes por la gente tóxica. Si alguien no te hace sentir bien déjalo ir. No estás aquí para salvar a nadie. No eres redentor, ni mesías, no tienes que salirte de tu camino para ir a recorrer el de otro. En realidad esas actitudes dañan más de lo que ayudan, pues le quitan a los demás su poder. Eso no quiere decir que no extiendas la mano cuando alguien lo necesita. Sé el primero en poner a disposición de otro todo lo que puedas para que resuelva un problema, pero entiende que es un truco, que la ayuda tiene muchas formas de expresarse, a veces es dinero, pero otras es algo mucho más sencillo como una copa de vino, una presencia, incluso puede llegar a ser espacio o silencio. Lo mejor forma de ayudar a alguien es respetar sus decisiones, su forma de pensar y de ser.
No pierdas el tiempo con compromisos sin sentido. No seas grosero, ni trates con desdén a los demás, pero no hagas cosas que no te nazcan. Sé amable, pero sé sincero. Sé justo contigo mismo. No tienes que aguantar una presencia incómoda. El momento en que empiezas a forzar la sonrisa, las palabras, la mirada, es el momento de irte. No tienes que ser amigo de todos. Los contactos, las relaciones son importantes, pero nadie que no se lleva bien consigo mismo triunfa en la vida. Y el triunfo no es qué tan alto llegas o cuánto dinero acumulas, es qué tan cómodo estás en tu piel, es qué tanto disfrutas lo que haces y te alegras cada día de estar vivo.
Recuerda que hasta que la física demuestre lo contrario el tiempo avanza velozmente en una dirección. Cada día cuenta. Cada paso que das en el camino hacia una meta es importante. Cuando das el primero todo te parece imposible, demasiado grande y sentirás que te embarga el miedo al fracaso. Te enfrentarás a tu propia pequeñez. Por eso mucha gente evade los comienzos, le teme al riesgo y se van por caminos más convencionales supuestamente más seguros, pero si logras vencer la tentación de rendirte, te darás cuenta que no hay comienzo difícil, ni esfuerzo genuino que no traiga gran aprendizaje y satisfacción.
Duerme cuando el cuerpo te lo pida. Baila por la misma razón. Lucha por lo que quieres pero no trates al mundo como si tuviera deudas contigo. Si vas a dar algo que sea sin esperar nada a cambio. Piensa mal, pero también piensa bien, trata de equilibrar esas dos visiones y estarás más cerca de la verdad.
Sueña despierto y prueba cosas nuevas. Besa, lee, ve al cine. Que cada día cuente. Que cuente de verdad.