Vivir con sentido
En los últimos días me han tocado dos sucesos espritualmente muy inquietantes; uno social y otro personal, que me han enfrentado a asuntos complejos de la existencia: la pérdida, la tristeza, la preocupación, pero al mismo tiempo los valores y el poder solidario de quienes hacen parte de nuestros colectivos, para enfrentarlos.
El primero de ellos, la tragedia de quienes tuvieron que dejar sus hogares y la angustia general de que pudiera ser aún mayor el drama humano y económico, por la situación de Hidroituango. Las convocatorias para apoyar en lo que fuese necesario, en el marco de la política pública al respecto, fue acogida inmediatamente. Treinta empresas de todo el país han donado 30.4 toneladas de productos a través de la Asociación Nacional de Bancos de Alimentos. Igualmente, equipos expertos de Antioquia Presente, gracias al apoyo empresarial, pusieron toda su experiencia para ayudar a establecer una ruta de largo plazo que cree las condiciones y capacidades territoriales que permitan hacer sostenible la relación de las poblaciones con el Proyecto. Si bien EPM ha asumido sus responsabilidades, la complejidad de los temas involucrados, teniendo como norte la gente, demandan lo mejor de nuestra inteligencia institucional y social para enfrentarlos. Todos Juntos por las Familias del Cauca, debe ser la estrategia.
El otro suceso, más íntimo, es la pérdida de mi compañera. Muchos de los lectores han vivido momentos como este y saben entonces qué se siente. Seguramente nos identificamos en las mismas preguntas, sin respuesta, porque nadie tiene la experiencia de la muerte. Yo decidí no recrearme entonces alrededor de ella; sino de lo vivido.
Gracias a la compañía solidaria de cientos de personas, encontré de nuevo la gente que abraza, pero sentí un apretón especial. Y es que su centro no era yo, éramos todos. Mi testimonio, sesgado sin duda por la vida con ella, y como lo capturó Amalia Lu Posso en su libro (Vean ve, mis nanas negras), era responder con mucha suficiencia; cómo era su amor, qué color tenía, a qué sabía, dónde lo sentía y cómo a su vez yo lo entregaba.
Pero no, ellos eran parte de la historia, porque habían compartido y construido con un ser profundamente social. Lo que querían era rescatar la significación en esa relación, de valores como la generosidad, el respeto, la tolerancia, el ponerse en los zapatos del otro, el gozar y hacer gozar con lo más simple, en fin, sobre la amistad sin límites. Reafirmar lo trascendente que son ese tipo de personas. Alguien lo descubrió bellamente: “...tu vida es inmensa, porque querías lograr que fuéramos lo mejor que cada uno podía ser, porque tu patria fue la ternura, tu bandera fue el amor incondicional... Tu sonrisa alumbraba cualquier existencia...”.
Lo que reafirman estas dos realidades, es que en la medida en que cada uno de nosotros sea más humano, más fraterno, ayudando a sacar lo más positivo de las energías bondadosas de todos, la vida será mejor. Y entonces tendrá sentido.
*Presidente Proantioquia