Columnistas

Vivo como pienso

25 de septiembre de 2020

Constatar que vivo como pienso me compromete demasiado, y así, necesito saber qué es pensar, qué pienso, cómo pienso, dónde pienso, cuándo pienso, por qué pienso y para qué pienso. Pensar es traer la realidad a mi mente, lo cual supone una forma de ver, pues entre ver y pensar existe una relación esencial. Además, la realidad no es como es, es como la veo, y según la veo pienso y actúo.

Mi manera de pensar determina la calidad de mi vida, pues yo me transfiguro en lo que pienso durante todo el día. De ahí que la tarea de pensar me compromete en cuerpo y alma, sabiendo que el pensamiento me acompaña en cada paso del camino. Haciendo lo que hago, estoy pensando y mi pensamiento determina la calidad de mi acción, la calidad de mi existencia.

Si alguien me pregunta en qué pienso, uso el lenguaje para decir lo que pienso. De modo que entre la realidad, el pensamiento, la palabra y la mirada existe una relación esencial, cuya calidad depende del cultivo que hago de mis ojos, mis palabras, mis pensamientos y mis acciones. La tarea del Creador a nuestros primeros padres es herencia de todo ser humano: “que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera” (Génesis 2, 19).

El ser humano, de pasmosa complejidad, es unidad compuesta de dos dimensiones esenciales, distinguibles, no separables, cuerpo y alma. Mi cuerpo soy yo todo entero visto desde fuera, y mi alma soy yo todo entero visto desde dentro. Todo lo del cuerpo influye en el alma, y todo lo del alma influye en el cuerpo. Yo no hago nada solo con el cuerpo o solo con el alma, todo lo hago en cuerpo y alma.

Cultivo mi manera de pensar para darle calidad a mi vida. S. Juan de la Cruz me enseña a ver la realidad. “Claro está que siempre es vano el conturbarse, pues nunca sirve para provecho alguno”. Esta manera de pensar ilumina mi estilo de comportamiento, y más si continúo leyendo: “Y llevarlo todo con igualdad tranquila y pacífica no sólo aprovecha al alma para muchos bienes, sino también para que en las adversidades se acierte mejor a juzgar de ellas y ponerles remedio conveniente”.

El coronavirus nos está mostrando la pequeñez de nuestra grandeza obligándonos a cambiar nuestro modo de ver, pensar, hablar y actuar. Nosotros debemos mostrar la grandeza de nuestra pequeñez cambiando el reino de la corrupción y la codicia por la casa del amor, maravilloso modo de ver, pensar, hablar y actuar.