WEEK–END DE LOS APóSTOLES
Los apóstoles vuelven de su misión con ganas de explayarse: la experiencia de trabajar por el reino había sido rica y valía la pena comentarla. Jesús, acogiéndose a este deseo, propone algo más, marcharse con sus discípulos a un lugar solitario para descansar. Ese descanso que propone Jesús da la oportunidad de explayarse más ampliamente y poder ir más al fondo de lo que significa el descanso. Jesús, actuando así, aparece como un maestro solícito hacia sus discípulos, con ganas de acompañarlos en su proceso de discipulado.
Jesús no se los lleva aparte para explicarles los secretos del reino, sino para descansar. El buen pastor es al mismo tiempo el buen humanista. El buen pastor concibe al hombre, no como una máquina de trabajo, aunque sea pastoral, sino como un ser sometido al cansancio, y por tanto, necesita de reposo. El trabajo tiene un sentido y el descanso también.
El aislamiento en contacto con la naturaleza sirve a Jesús y a los suyos para una revisión de vida. La revisión es una confrontación de puntos de vista sobre experiencias recientes. Jesús y los suyos hacen la revisión de todo. No tienen semanas de seis días o contrato de 48 horas y al regresar de su escaramuza apostólica cuentan con alborozo lo que habían hecho, enseñado y visto.
Alternar trabajo y descanso es una ley física fundamental de la naturaleza humana. Quien a la larga no la observa, pierde paz, eficacia, equilibrio psíquico y espiritual. Un razonable descanso siempre es condición para entender y cumplir mejor las exigencias de la propia actividad profesional o pastoral.
Una interpretación simplista lo consideraría como un fenómeno de evasión, de diversión, de placer, de materialismo puro, de frivolidad. Una interpretación más profunda ve en el descanso o turismo el reflejo de los valores del espíritu, pues el ser humano está hecho para horizontes más amplios y no para miradas miopes.
El descanso enriquece a la persona, es vehículo de paz por el agotamiento del trabajo. El descanso, como decía el beato Pablo VI es un “pasaporte para la paz”. Además decía del turismo: “Es un factor de cultura y humanismo, lazo de amistad entre los pueblos, porque abate los prejuicios, descubre las riquezas del otro y conduce a respetar y estimar lo que tiene de mejor”. Trabaja intensamente, pero descansa el doble. Retírate de vez en cuando a pasar un “fin de semana” con Dios y contempla esta maravillosa casa que Él nos dio .