Columnistas

¿Y la ley?... cojeando

11 de agosto de 2015

Por
Argemiro Lozano Muñoz
Universidad Eafit
Contaduría Pública, semestre 9.
Twitter: @arglozano8286

Seis de la tarde, las calles se oscurecen y con esa oscuridad llegan también los recuerdos, es una mezcla de sentimientos que se abalanzan sobre alguien que además de haber vivido tal sufrimiento, tendrá que recordar día tras día tan lamentable incidente. En definitiva no son recuerdos de una experiencia agradable. Son las seis de la tarde y el remolino de emociones derrumban a esta persona que llorando se pregunta por qué el dolor está tan clavado en su espíritu y siente que ya vivir no significa nada.

Es el peor delito, el acto más despreciable que un ser humano pueda cometer hacia otro y más si la víctima es un niño. Es un momento donde no importa la religión, la clase social, el partido político; no importan las influencias familiares, el trabajo, el nivel de estudio y por duro que suene, lo que menos importa es la víctima. Pero hay algo más desalentador y es el hecho de que a quien no le importa es a la ley, porque para la ley hay una premisa: imponer un castigo al criminal, de una manera que no viole sus derechos humanos, por eso en Colombia no hay pena de muerte, por eso en Colombia no hay cadena perpetua. Lo dije en redes sociales y lo repito ahora en esta columna: hasta que un fiscal, un congresista, o un magistrado no pasen por una situación de estas, la ley para delitos delicados no va a cambiar

Así como no existe justificación alguna para que una persona viole, torture y asesine a un niño, tampoco hay leyes lo suficientemente fuertes que castiguen ese crimen y esas leyes responsables de penalizar estos delitos, son también responsables de las acciones de esos delincuentes. Al tener un sistema judicial tan pobre, tan injusto con la víctima y tan indulgente con los criminales se da vía libre para que quien quiera abusar de una mujer o un niño reciba como premio casa por cárcel o en el peor de los casos, si el violador confiesa su crimen, le dan un máximo de 25 años de prisión. Pero siguen los premios: si este se vuelve pastor, profesor, o carpintero mientras está recluido, le bajan la pena a 8 años por buen comportamiento; mientras tanto la víctima y su familia sí deben pagar toda una vida de sufrimientos y dolorosos momentos de depresión.

Necesitamos trabajar en conjunto, el Estado debe reestructurar el sistema judicial con leyes más fuertes y el sistema educativo con la inclusión de servicios psicológicos efectivos y las familias cultivar los valores, volver a las sanas costumbres, educar a los niños en bases morales, así evitamos futuros criminales y aseguramos ciudadanos honrados, personas que quieran trabajar por las familias y la sociedad.

*Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión
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