De Rappi a Mystic Foods: así Caloncho Correa trasformó el emprendimiento con propósito
Con uno de los protagonistas de la historia reciente del emprendimiento en el país, cerramos la serie de entrevistas ¿Qué me funcionó?, una alianza entre EL COLOMBIANO y Ruta N.
Emprendedor, gestor cultural y creador incansable, Caloncho Correa ha recorrido un camino poco convencional que va desde los bares universitarios y la movida cultural alternativa de Medellín, hasta el lanzamiento de Rappi en América Latina. Su trayectoria combina creatividad, intuición y una capacidad singular para conectar con personas y equipos.
Tras casi cinco años en el ecosistema tecnológico, regresó al mundo de los restaurantes para fundar Mystic Foods, un grupo gastronómico que consolida su visión de negocio sostenible, escalable y profundamente humano. En esta conversación, repasa sus inicios, sus aprendizajes y las claves que han marcado sus emprendimientos.
¿Por qué le dicen Caloncho?
“Me llamo Carlos, pero mi mamá me puso ‘Caloncho’ porque también tengo un papá que se llama Carlos y en la casa había confusión. Ese nombre me quedó y me gusta; siento que describe parte de mi personalidad”.
Hablemos de Mystic Foods, una de sus empresas actuales. ¿Cómo empezó ese camino?
“Hasta los 40 años estuve en una etapa de exploración. Cumplo 40 este año y después de tantos emprendimientos empecé a proyectarme a largo plazo. Mystic Foods es el lugar donde encontré ese espacio, con unos socios con los que disfruto trabajar. La restauración es muy intensiva en personas y me gusta ese tipo de negocio: empleabilidad, cultura, equipos. Después de muchos años en tecnología, este emprendimiento me aterrizó”.
Si quiere conocer más de cómo llegó el cofundador de Rappi a crear su propia marca de restaurantes, vea la entrevista completa acá.
¿Cuál fue su primer emprendimiento?
“En la universidad. Estudié Negocios Internacionales en La Sabana. Tenía déficit de atención y una psicóloga me dijo que quienes tienen ese diagnóstico suelen manejar muy bien las relaciones públicas. Eso me abrió puertas: empecé a trabajar con Bavaria haciendo relaciones públicas en comunidades universitarias y eso me llevó a montar mi primer bar. Luego llegó Breakfast Club, un proyecto muy importante en temas culturales. También trabajé en el Foro Urbano Mundial, entre otros. Eran proyectos episódicos, pero siempre fui socio y lideré equipos”.
¿Cómo nació Breakfast Club?
Había estudiado Producción de Espectáculos en Argentina. Buenos Aires me marcó mucho. Al volver a Medellín monté un sello llamado Blue Lover Entertainment para traer artistas y géneros diferentes a la ciudad. Me iba muy mal porque era algo de nicho. Conocí a otros dos o tres que estaban en lo mismo, y un día dijimos: ‘No nos repartamos miseria; juntémonos y movamos la cultura en Medellín’. Queríamos diversidad. Medellín en ese momento era muy costumbrista. Comenzamos a traer rock, electrónica y música alternativa”.
¿Qué permitió el crecimiento tan fuerte de Breakfast Club?
“Fue una empresa muy creativa, muy conectada con movimientos culturales globales. Hoy hacen conciertos enormes —como el de Karol G— y han creado marcas, festivales y BTL. Yo allí entendí que emprender con propósito es muy potente: estábamos haciendo cultura, no solo negocio”.
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¿Cómo aparece Simón Borrero en su historia?
“Se me acercó cuando Rappi apenas estaba naciendo. Él había pasado por Y Combinator, había levantado capital y necesitaba lanzar Medellín. Me propuso liderar el lanzamiento en la ciudad (...) La propuesta de valor era impresionante. En 2016 era completamente disruptiva. Antes tenías que llamar, buscar en un directorio, esperar 50 o 60 minutos un domicilio. Con Rappi, las entregas empezaron a llegar en 40 o 30 minutos, con miles de opciones. Cuando la tecnología llega, normaliza estándares. Hoy parece normal, pero en ese momento era revolucionario”.
¿Cuándo sale de Rappi y cómo nace Mystic Foods?
“Yo ya estaba cerrando mi ciclo en Brasil. Paralelamente ya había emprendido con los socios de Mystic Foods una empresa de cocinas ocultas —la más grande de Colombia— para restaurantes que necesitaban cocinar solo para delivery. Cuando volví, mis amigos de la infancia (los dueños de Olivia) me propusieron unir mis aprendizajes en restauración y en escalamiento. Ahí fundamos Mystic Foods. Tenemos dos marcas, entre ellas Clap Burgers, que nació en pandemia”.
Da la impresión de que siempre ha tenido buenos socios. ¿Eso es parte de su fórmula?
“Total. Es una máxima en mis mentorías. Los mejores emprendedores son apasionados y curiosos, pero también entienden sus limitaciones. Yo soy creativo y visionario; necesito al lado un ejecutor disciplinado. No recomiendo emprender solo. Cuando uno está abajo, el otro jala”.
“La felicidad no es solo la adquisición de cosas, sino poner tus dones en servicio de algo que a ti te guste y las empresas se dieron cuenta de eso”. Caloncho Correa, emprendedor y empresario.
¿Cuál es el propósito de Mystic Foods?
“Generar mucha empleabilidad en Colombia. Cuidamos el origen de la comida, revisamos mucho el tema de ingredientes. Pero el fondo es que las personas se puedan realizar a través de esta empresa. Me seduce la posibilidad de impacto”.
¿Esa es una narrativa moderna de las empresas?
“Hay que generar valor y eso es muy importante. La plata es el indicador que te dice que la transformación que estás haciendo genera otro valor. Hoy hay otros indicadores. Ese valor va más allá de lo financiero. Las nuevas generaciones le están buscando mucho sentido a las cosas. La felicidad no es solo la adquisición de cosas, sino poner tus dones en servicio de algo que a ti te guste y las empresas se dieron cuenta de eso. Quiero que los emprendedores y empresarios se reconozcan como transformadores sociales”.