Twittercrónica

Bares sobrevivientes de la época tanguera de Medellín

La Twitter Crónica visitó cuatro de los bares, cafés, fondas y cantinas tradicionales más recordados por los paisas en el Valle de Aburrá.

Lectora sin remedio y contadora de historias. En general, diletante. Periodista de El Colombiano.

20 de noviembre de 2015

Ni siquiera esa costumbre medellinense de borrar la memoria histórica ha podido acabar con ellos. Salones, cafés, bares y tabernas tradicionales, esos en los que se toma tinto y guaro desde temprano y se escuchan tangos, todavía tienen su público en la ciudad. Visitamos de norte a sur algunos de los recomendados por nuestros lectores en el Valle de Aburrá y esto fue lo que encontramos:

El mejor tinto de Manrique

Carrera 45 #71 - 35, Manrique.

El tango todavía transita por la emblemática 45, esa vía que en los 60 y 70 estaba repleta de negocios en donde solo sonaba este género y que hoy en día sigue siendo símbolo del barrio Manrique. Allí quedan solo tres sobrevivientes: El Café Alaska, El Café Manrique y El Refugio de Leo.

En toda la esquina con la calle 71, en medio de almacenes de remates, corrientazos y tiendas está El Refugio de Leo, una mezcla de fonda y bar. En una tarde lluviosa, el pasado miércoles, su olor a café atrajo transeúntes del sector.“ Acá se consigue el mejor tinto de Manrique, lo tomo hace como 12 años”, dice Orlando Villa, cliente y vecino.

Desde afuera, en la puerta y en una ventana grande por la que también atienden, se ven algunos señores tomando la famosa bebida servida en pocillos blancos con rosas pintadas, un manjar que vale solo 700 pesos.

Este refugio poco duerme. Abre a las siete de la mañana todos los días y cierra a las dos de la madrugada, y a las cuatro los fines de semana. No suenan solo tangos también música bailable, ranchera y boleros.

Jhon Jairo García es el actual administrador y el hermano de Carlos García, dueño del lugar desde hace 22 años. Él explica que casi todos sus clientes son adultos mayores que han ido allá toda la vida “acá vienen jóvenes pero muy poquitos los fines de semana”. Y, ¿qué le echan al tinto?, pues no hay ningún secreto más que el amor con el que se prepara, dice Jhon.

El rincón intelectual

Calle 53 # 43-59, centro de Medellín.

“Hay un sitio del aire que llora y una gran soledad donde no cabe nadie”, escribió Manuel Mejía Vallejo en Aire de Tango, libro que en gran parte fue concebido en una de las mesas del bar La Boa. Según historias de los clientes, el escritor antioqueño solía tomar ron con Coca Cola en la mesa que hay junto a la ventana y que da a la calle, allí con un bolígrafo iba redactando la novela que en 1973 ganó el Premio Vivencias.

El local tanguero está a una cuadra del Parque del Periodista, en el centro de Medellín. No se sabe a ciencia cierta cuántos años tiene La Boa. Según un vecino, Álvaro Mejía, podrían ser de 54 años. Lo que sí se conoce es que Iván Zuluaga, uno de sus dueños más recordados, lo tuvo durante más de 20 años a su cargo. Hoy en día es Rodrigo Montoya quien lo administra.

Rostros jóvenes llegan todos los días al bar, son por lo general estudiantes y artistas que arman tertulias en medio de tragos y el sonido del bandoneón. “Acá vienen muchos pelados porque hay una tendencia de esta generación en Medellín a interesarse por el género”, explica Rodrigo.

A las 6:30 p.m. llegan los primeros clientes de la noche. Son dos hombres que se sientan en la mejor mesa del sitio, la misma de Manuel Mejía Vallejo y piden cerveza. A la pregunta de qué por qué van a ese lugar, Luciani Nanclares responde que lo que más le gusta es que nunca cambia y por eso lo frecuenta desde hace unos 10 años.

En La Boa casi siempre suena tango, un 85 % del tiempo según Rodrigo. Pero también afirma: “¡acá la salsa y el reguetón están vetados!”. El lugar abre de miércoles a sábado desde las 5:30 p.m. hasta las dos de la mañana.

El legendario Málaga

Carrera 51 #45-80 , centro de Medellín

Que un negocio cumpla 58 años es un logro que muchos quisieran festejar; pero, además, que lo haya logrado estando en uno de los lugares más estigmatizados del centro -sector San Antonio- es todo un hito.

Visitar el Salón Málaga es como viajar en el tiempo, pues conserva la apariencia de los típicos bares de los años 40 y 50 de Medellín: sillas y mesas tubulares de acero tienen acabados en cuero de color café, la barra y el escenario de madera, al igual que los marcos que hay en sus dos entradas.

En plena calle Bolívar, debajo del viaducto del Metro, la oscuridad del sector contrasta con su letrero de luces rojas con el famoso logo de la marca RCA Victor, un perro al lado de un gramófono, lo ha caracterizado. Este espacio es , quizá, el más limpio, ordenado y seguro de la zona.

Son las 6:30 p.m. y el salón está casi lleno. Hay estudiantes recibiendo clase de literatura, solitarios bebiéndose un trago y grupos de personas conversando y riéndose a todo pulmón.

detrás del éxito hay una apuesta por la cultura de la familia que ha estado detrás del Málaga. “Estuvimos 10 años quebrados por cuenta del Metro, es una de las cosas que nadie se imagina”, dice César Arteaga, hijo del creador de este lugar y quien hoy lo administra.

No solo es un bar. También tienen una corporación que desarrolla diferentes actividades culturales, entre ellas una emisora en internet en la que sus clientes más viejos, que ya no tienen la posibilidad de salir de sus casas por condiciones de salud, pueden escuchar la música que ponen en el salón desde salonmalaga.com.

El amor por este espacio se siente no solo estando allí, sino por los comentarios que suscita solo mencionar su nombre: “El Málaga es un espacio maravilloso, se conversa y se baila buena música” , @aguedatm ; “ ¡Siempre es un lugar para regresar! Buen tango, atmósfera genial. Viva Salón Málaga”, @munozkatalina y “Como buen viejo que soy, algunas veces que paso cerca me tomo un tintico allá”, @camata40 son algunos mensajes que escribieron seguidores de EL COLOMBIANO en Twitter.

Y otra sorpresa: en su sótano muy pronto se construirá una pista de baile para los amantes de la milonga. “Ya la gente que quiere bailar o ver el hermoso baile tradicional también lo va a poder hacer aquí abajo sin problema”, explica César.

Este salón abre de lunes a sábado desde las 7:00 a.m hasta las 2:00 a.m. y domingo y festivos desde las 8:00 a.m. hasta la medianoche.

Tangos, tragos y fútbol

Calle 38 sur # 35 - 04, Envigado.

Un bello piano de 1944, en el que suenan tangos a cambio de una moneda de 200 pesos, es uno de los objetos más encantadores del bar Atlenal. El local queda en toda una esquina, a dos cuadras del parque de Envigado.

Desde afuera es una casa antigua pintada de blanco y con un zócalo alto color verde. También hay un gran escudo del equipo Atlético Nacional dibujado en una de sus paredes. Adentro cambia de color, es de un verde menta. Sus estanterías, como de granero, están repletas de cervezas, aguardientes y cigarrillos perfectamente ordenados.

Aníbal Rojas y su esposa, Rocío García atienden el negocio desde hace 15 años, pero existe desde 1937 y se le conocía como El Quijote. Esta noche de miércoles, a las 7:30, ya hay dos clientes tomando cerveza en una de sus mesas. “Yo abro todos los días a las tres de la tarde, a veces antes, hasta las 12 de la noche. No es fácil mantener un negocio de estos, pero uno se amaña y le saca gusto”, dice Aníbal mientras sigue limpiando y ordenando la barra.

Su esposa, mientras tanto, se sienta en una de las mesas y se dedica a coser un cojín que está decorando con puntadas de hilo verde. Ella, los fines de semana, también saca un puesto de comidas rápidas al andén del local, donde ofrece desde hamburguesas hasta morcilla.

Una de sus paredes, la que está al lado del baño, está repleta de fotografías y calendarios del equipo Atlético Nacional. “Gracias a dios mi familia y yo somos hinchas del verde, pero acá a los seguidores de los otros equipos también se les atiende muy bien”, aclara Aníbal.