¿Debería la IA escribir artículos científicos? Una encuesta de Nature buscaba la respuesta, pero dividió al mundo académico
Más de 5.000 investigadores, encuestados por la revista científica Nature, revelaron posturas opuestas sobre el uso de inteligencia artificial en la redacción y revisión de textos académicos.
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) generativa en el ámbito académico ha desatado un debate sin precedentes sobre los límites éticos en la producción de conocimiento. Así lo evidencia una reciente encuesta global publicada por la revista Nature, que recogió las opiniones de más de 5.000 investigadores de distintas disciplinas y regiones del mundo, pues los resultados son contundentes: aunque la mayoría acepta el uso de IA para tareas como edición o traducción de manuscritos, persisten fuertes desacuerdos sobre su rol en la escritura y revisión científica.
Lea también: “La educación con tecnología cambia vidas”: Google y MinTIC lanzan becas para estudiar IA, ¿cómo acceder?
Según el informe, el 90 % de los encuestados considera éticamente aceptable emplear herramientas de IA generativa para editar o traducir artículos, pero no todos coinciden en que deba divulgarse su uso. Pero las divisiones se intensifican cuando se trata de redactar partes del texto: solo el 13 % aprueba su utilización para el primer borrador y un 16 % para generar resúmenes. Aun así, un 65 % cree que es éticamente válido usar IA para redactar textos, aunque un tercio se opone rotundamente.
“La encuesta revela que las opiniones actuales sobre el uso de IA varían mucho entre académicos, y a veces de manera radical”, indica el informe del estudio, cuya metodología incluyó casos ficticios, como el del académico Dr. Bloggs, quien utiliza IA en distintas etapas del proceso editorial sin informarlo, lo que permitió medir el nivel de aceptación en distintos escenarios.
Por otro lado, el uso de IA en la revisión por pares genera aún más controversia: un 60 % de los investigadores afirma que no es apropiado generar informes iniciales de revisión con estas herramientas, aunque el 57 % considera aceptable emplearlas como apoyo para evaluar manuscritos. Chris Leonard, consultor en comunicaciones científicas y director de soluciones en Cactus Communications, expresó su sorpresa ante estos datos: “Estoy sorprendido por el número de personas que piensan que la asistencia de la IA en la revisión también es inaceptable. Ese enfoque híbrido es perfecto para detectar aspectos que el revisor humano podría pasar por alto”.
No obstante, el uso real de estas tecnologías sigue siendo bajo. Apenas el 28 % ha utilizado IA para editar artículos, y solo el 4 % la ha empleado para traducir, resumir o redactar borradores, y la mayoría de quienes la han usado, admite no haberlo informado. “Estos resultados validan lo que hemos escuchado de muchos investigadores: hay entusiasmo, pero también una adopción muy limitada”, explica Josh Jarrett, vicepresidente senior de Wiley, editorial científica que también ha encuestado a autores sobre este tema.
Entérese de más: Se resiste a morir: IA de OpenAI evitó ser desconectada y plantea nuevas alarmas
Ahora, las motivaciones y reparos varían ampliamente. Algunos académicos defienden que la IA “ya es una norma como lo fue en su momento la calculadora”, mientras otros la califican de “fraude patético”. Daniel Egan, investigador en enfermedades infecciosas en la Universidad de Cambridge, matiza: “La IA ahorra tiempo y sintetiza información compleja, pero confiar demasiado en ella es robarnos la oportunidad de aprender al escribir”.
En contextos donde el inglés no es lengua materna, la IA representa una herramienta valiosa para reducir brechas, así lo expresa una investigadora en humanidades, citada por Nature, desde España: “Uso IA para traducir entre español e inglés, pero nunca para generar un texto desde cero. Escribir, editar y revisar es parte del proceso que disfruto”.
Lo cierto es que la investigación de Nature demuestra que el debate está lejos de resolverse porque las diferencias no se concentran en una región o disciplina específica, aunque sí hay una tendencia: los investigadores más jóvenes y los de países no angloparlantes son quienes más han adoptado estas herramientas.
“La IA será cada vez más común en la escritura científica”, concluye el informe. Lo que aún está en disputa es si su uso cambiará las reglas del juego o si, por el contrario, pondrá a prueba los valores fundamentales de la ciencia.