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Dos iniciativas para reducir la contaminación

Recuperación del aceite de cocina y rellenado de potes plásticos son dos apuestas locales.

30 de abril de 2019

Contaminación, uno de los grandes problemas de la humanidad hoy. ¿Cómo frenar el uso y desperdicio de plásticos?, ¿cómo evitar que el aceite usado de cocina no pare en alcantarillas y fuentes de agua?

Esas son dos de las fuentes que se tratan de reducir en el medio y a ello le apuestan dos empresas: el Grupo Ecológica y Kipclin.

Un galón de aceite (3,7 litros) puede hacer que un millón de galones de agua no sean potables, de acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.

Aunque en la región metropolitana se recoge el que se usa en industrias, restaurantes y hoteles, el residencial, en gran medida, va a las cañerías o está mal dispuesto.

Para reducir la situación, Juan Camilo Ramírez Correa, de Ecológica, informó que ya han dispuesto 160 recolectores en igual número de puntos de los 10 municipios del Aburrá, desde centros comerciales a alcaldías, oficinas públicas y otros sitios.

Cada mes están sumando de 4 a 6 toneladas que las personas llevan a esos recolectores, pues no se trata de un servicio a las casas. Una cifra que aumenta de a poco.

Hay efectos nocivos

Datos de la agremiación de aceiteros que reúne a las industrias dicen que el sector residencial en el país genera alrededor de 3.500 toneladas mes del aceite usado, 1.500 los restaurantes y hoteles. Sus encuestas indican que 90 % de las residencias arrojan ese producto al alcantarillado y 5 % lo deposita en bolsas o frascos en las canecas de basura.

De los residuos que se producen en Medellín, unas 1.600 toneladas diarias, 11 son aceites, comenta Ramírez Correa.

Es decir, en un día se pueden contaminar millones de litros de agua.

Si se considera que en promedio una persona consume 1,2 litros de aceite de cocina al año, se podrían contaminar 4.000 millones de litros anuales si todos van a las alcantarillas, considerando la población metropolitana (cerca de 3,7 millones).

Ese producto no solo ensucia el agua, sino que cambia su luminosidad afectando organismos y taquea ductos.

El material recuperado, cuenta Ramírez Correa, se vende a una firma chilena. Parte del dinero se usa en reforestación en el Aburrá.