Aprender a querer la muerte, aunque duela
Muchos le huyen. La médica Elsa Lucía Arango no, ella enseña a vivir el duelo con naturalidad y alegría.
Macroeditora de Tendencias
¿Quién quiere morir como uno de sus pacientes?, preguntó el científico colombiano Alejandro Jadad ante un auditorio con cientos de colegas en Gran Bretaña. Ni una sola mano se levantó. Nadie desea terminar su historia en una sala de cuidados intensivos, conectado a una máquina y lejos de su hogar, pero sucede a menudo.
“Para evitarlo, hay movimientos que llaman a los doctores a hacer lo posible cuando el paciente tiene buenas posibilidades de sobrevivencia, pero no hacer lo imposible si eso trae mala calidad de vida”, cuenta Elsa Lucía Arango, también médica, especialista en terapias alternativas.
“Yo no estuve en aquella conferencia, pero habría alzado la mía sin dudarlo –sigue Arango en su relato–. Tengo pacientes que han fallecido con su familia, tomados de la mano, con cantos y luz, sin asuntos pendientes y con gratitud”.
Su camino la llevó a especializarse en el proceso del duelo. Sobre el tema ha escrito dos libros: Experiencias con el Cielo, con más de 25.000 ejemplares vendidos, y Mundos Invisibles, que ya va por las 9.000 unidades.
Para compartir su experiencia y explicar cómo sanar las heridas que dejan las situaciones de pérdida dictará un taller este sábado 2 de diciembre en Medellín.
Aprendimos a celebrar la vida y a llorar la muerte, ¿cómo verla de otra forma?
“Los budistas e hinduistas se especializan en el paso a otra vida, pero en occidente nos empeñamos en combatir la muerte. Ni siquiera la nombramos por temor a atraerla. Es una realidad, no se puede negar ni deshacerse. En algún momento, cada uno emprenderá ese viaje. Lo que sí podemos cambiar es cómo la enfrentamos, aceptarla y entenderla como un paso más”.
¿Un paso adónde?
“Al morir nos desprendemos de una serie de dolores, más complejos a veces en la vida, y llegamos a un sitio de paz”.
¿Entonces con la muerte física no termina todo?
“Raymond Moody, psiquiatra escéptico, halló que quienes han sufrido un infarto o han recibido maniobras de resucitación vieron un túnel y una luz. Experimentaron una sensación de amor tan cálida que al volver a este mundo sentían depresión. Hay evidencia científica que respalda la vida en el más allá”.
¿Cómo prepararnos para ese viaje espiritual?
“Hay que hablar al respecto, incluso cuando alguien está en sus últimos días y siente temor. Conozco parejas que se adoran, pero por el miedo a la muerte no se despiden. No aceptar esa experiencia natural es como si a una mujer que va a dar a luz no se le permitiera hacer preguntas. Eso no significa que el proceso no duela. Cuando una mamá deja que su hijo se vaya a estudiar al extranjero llora, pero algo en el fondo le dice que está haciendo lo correcto”.
¿Todos vamos al cielo?
“Todos tenemos que morir, pero hacia dónde vamos en el mundo invisible depende de lo que hagamos en esta vida. Una persona como San Francisco de Asis podría llegar a un sitio distinto al de un sicario, a menos que este haya hecho un acto de arrepentimiento, lo cual me parece justo. El que hace las cosas bien en el colegio merece tener bien su examen, en la vida sucede lo mismo. El cielo es un lugar que depende del estado de conciencia que tengas”.
¿Y los que no hicieron bien su tarea?
“Quienes alcanzan el cielo son las personas que regresan a consolarnos, a ayudarnos, y también hay otras que son las que llamaríamos fantasmas o espíritus que no han acabado de pasar y están pidiendo ayuda. Por eso, tantas religiones hablan de rezar por las ánimas que aún no han pasado. Alguien que viva con rabia, envidia o sed de venganza carga con emociones pesadas que le impiden ascender”.
¿Usted se comunica con ese otro plano espiritual?
“Una vez en consulta comencé a observar las personas que vienen de otras dimensiones, ellos venían a mí con mensajes claros”.
¿Cómo son esos visitantes?
“Seres que han fallecido y que cruzan ese umbral invisible entre el mundo espiritual y el terrenal para venir a ayudar, sanar, acompañar, aclarar dudas y darnos su amor. Los vínculos de amor persisten a pesar de la muerte y podemos seguir comunicándonos con nuestros seres queridos fallecidos. A veces haciendo consulta tengo el regalo lindo de que ellos se manifiesten, pero no es cuando yo quiero”.
Habla de tomar la muerte con felicidad, ¿cómo es posible?
“Cuando sabes que al partir vas a ir a un paraíso y te vas a reencontrar con tus seres queridos, puedes vivir la muerte con alegría. Ese es el mensaje que trae la gente que ha regresado del cielo, ellos ya no sienten culpa, sufrimiento ni agobio. El que llega al cielo es alguien que ganó un premio. Si usted hace bien su tarea es como si al morir lo llevaran a Disney”.
Aún con la certeza de ese paraíso, no es fácil desprenderse...
“Hay que mantener los lazos de amor y cortar los de rabia, aprender a perdonar. Eso permite la trascendencia”.
¿Es necesario olvidar?
“Aprender a recordar sin dolor es lo más importante de un duelo, que puede durar hasta dos años. Uno no se desprende del recuerdo ni de la persona ni de la memoria. Sí del sufrimiento”.
No todos llegan a su consultorio por un duelo. Otros lo hacen porque quieren que los ayude a morir bien.
“Hay gente que por temor a la muerte y aunque tenga un cáncer avanzado no ha dejado los papeles listos. Llegan con angustia porque no han cerrado ciclos, no han pedido perdón o simplemente no han hecho un testamento. Resolver eso permite que uno se vaya liviano. Aún después de la muerte es posible aclarar cosas y perdonar o pedir perdón”.
¿Cómo tener una buena muerte?
“La mejor forma de morir bien es haber vivido bien, aplicando la regla de oro: trata a los demás como quisiera que te trataran. Así tienes el pasaporte para ir al cielo”.
¿Cuál es un ritual ideal de despedida?
“Cuando hay que agradecer, agradecer, cuando hay que perdonar, perdonar. Todo el mundo tiene que pasar por la palabra perdón”.