Así no lo crea, una ducha tibia alivia el calor en verano: esta es la razón
Según los expertos, las duchas con agua fría incrementan el calor en lugar de bajarlo.
Cuando el calor se incrementa hasta el desespero, muchas personas recurren a una ducha de agua helada como solución rápida para refrescarse. Sin embargo, esa sensación de alivio puede ser un espejismo. El farmacéutico y divulgador Álvaro Fernández ha advertido que ducharse con agua muy fría no es la mejor idea, y que incluso puede acabar provocando el efecto contrario al que se busca.
“Al principio sí, enfrías tu cuerpo con el agua y tienes 10 minutos de gustito, pero después, sofocón. Estarás todavía peor”, explica. Según cuenta, al exponer el cuerpo a una temperatura tan baja, este reacciona activando sus mecanismos de defensa, entre ellos, la producción de calor para compensar el enfriamiento.
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Aunque no lo percibamos a simple vista, cuando nos duchamos con agua muy fría los vasos sanguíneos de la piel se contraen. Este fenómeno, conocido como vasoconstricción, reduce la pérdida de calor a través de la superficie del cuerpo. Como resultado, el organismo retiene el calor en lugar de liberarlo.
Además, al engañar al cuerpo haciéndole creer que la temperatura exterior es muy baja, se bloquean dos mecanismos naturales de refrigeración: la sudoración y el flujo sanguíneo hacia la piel. Es decir, aunque al salir de la ducha sintamos un alivio inmediato, al poco tiempo el cuerpo se recalienta más fácilmente y la sensación de bochorno puede ser incluso mayor.
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La solución más eficaz, según los expertos consultados por la revista Saber Vivir, es optar por una ducha templada o tibia. Esta temperatura ayuda a regular mejor el calor corporal sin provocar un choque térmico que desactive los mecanismos naturales de refrigeración.
Otra recomendación práctica es reducir progresivamente la temperatura del agua hacia el final de la ducha, dejando unos segundos de transición entre cada cambio, para que el cuerpo se aclimate sin estrés. Y al terminar, evitar frotarse enérgicamente con la toalla, ya que la fricción también puede aumentar la temperatura corporal.
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En definitiva, ducharse con agua muy fría puede ser tentador cuando hace calor, pero no siempre es la mejor opción. Aunque el frescor inicial resulta agradable, el efecto rebote puede jugar en contra. Una ducha templada, en cambio, ayuda al cuerpo a refrescarse de forma más sostenida y eficaz.