Para los niños ha sido difícil retomar clases presenciales, ¿qué hacer?
El aislamiento y las dinámicas de estudio que habían adoptado han dificultado el retorno. ¿Qué hacer?
Periodista convencida de la función social de su profesión, de la importancia del apoyo mutuo, la educación y el arte.
Quizá haya notado que su hijo o sobrino está un poco más rebelde en el colegio, le cuesta más sacar buenas calificaciones o se niega, con mayor frecuencia, a asistir a clases. Estas actitudes han sido comunes entre los estudiantes de primaria y bachillerato que, tras cerca de dos años de confinamiento recibiendo clases a través de pantallas (tablets, computadores y celulares), regresaron en enero a la presencialidad.
Han pasado cuatro meses y el acoplamiento a las nuevas dinámicas parece no ser total. “El paso de la virtualidad a la presencialidad ha sido muy retador para los niños y adolescentes”, comenta Alejandra Robayo, psicóloga infantil, porque por un lado, con la virtualidad tenían mayor control del tiempo y el espacio y, por otro, muchos generaron una mayor dependencia a los medios tecnológicos. “Esto termina dificultando en últimas el rendimiento académico, la calidad del sueño y el descanso”.
El escenario de pandemia y postpandemia sigue poniendo en evidencia lo importante que es apuntarle a una buena salud mental, sobre todo entre los menores de edad, abrir espacios de diálogo y ahondar en las causas de lo que les sucede para mantener su bienestar físico y emocional.
¿Qué pasa en los colegios?
La pandemia marcó un antes y un después, tanto en la vida institucional como en la de los estudiantes y sus familias. Para Juan Guillermo Taborda, licenciado y rector del Colegio Guillermo Taborda Restrepo, aunque el regreso ha sido positivo y de a poco han vuelto las dinámicas previas a la pandemia, “indudablemente hay un desfase, los estudiantes perdieron ritmo, conceptos, temáticas y habilidades. Estar confinados nos dejó a todos niveles altos de ansiedad y agresividad, así como una baja tolerancia a la frustración”.
En este sentido, apunta la psicóloga Robayo, el hecho de haber permanecido en casa los dejó más dispersos porque en el hogar gozaban de mayor libertad, por ejemplo en la elección de los espacios para las clases. “Para muchos ha sido difícil permanecer casi 8 horas al día sentados, tienen una necesidad de movimiento e interacción frecuente, dificultando la atención”.
A nivel emocional, los profesionales referencian algunos comportamientos agresivos, ideas suicidas, cutting y problemas para relacionarse con los otros. El encierro significó para muchos, continúa Robayo, situaciones de estrés, ansiedad, violencia intrafamiliar, pérdida de seres queridos, divorcio, problemáticas económicas, etc.
“Sin duda llegaron menos tolerantes”, complementa Samuel Alberto Taborda, psicólogo clínico, infantil y juvenil, “la falta de contacto social los ha llevado a diferenciarse mucho del otro y a desencadenar más casos de bullying y juegos bruscos”.
De acuerdo con el experto, algunos han ido adoptando comportamientos desafiantes, les ha costado más seguir la norma y reconocer las figuras de autoridad. Finalmente, dice, en este primer periodo de 2022 se registraron bajas notas producto de la falta de atención y concentración, “aunque se observan buenas capacidades cognitivas y facilidad para el aprendizaje”.
Así, pese a que el panorama pueda parecer complejo, el licenciado coincide con el optimismo de ambos psicólogos y cree que hay una posibilidad real de recuperar el tiempo y las habilidades perdidas, todo gracias a que la mayoría de niños y adolescentes mantienen el gusto y el deseo por seguir escolarizados, asistir a las instituciones y encontrarse con sus compañeros.
¿Qué soluciones hay?
La sinergia entre padres y docentes sería clave en la superación de estas dificultades, la búsqueda de estrategias y la implementación de soluciones debe ser un trabajo conjunto.
Taborda dice que tanto los niños como los adultos necesitan de rutinas y responsabilidades concretas, esto con el fin de que la vida esté organizada. “Los niños prosperan mejor cuando tienen rutinas, actividades habituales, predecibles y constantes”.
De ahí que uno de los primeros desafíos entre las familias sea establecer tiempos cómodos y rutinarios sin incurrir en una rigidez o reglamentación excesiva.
Lo ideal es establecer horarios para dormir, estudiar, jugar, tener un momento especial de la semana para compartir fuera de casa o adoptar la costumbre de visitar una vez al mes a los abuelos.
“Como padre de familia será importante examinar cada una de las rutinas del hogar para cerciorarse de que cumplen con los fines que se desean (mayor tiempo para el estudio, para la socialización, la creatividad)”.
Por otro lado, es fundamental abrir espacios de conversación que le permitan al niño o adolescente sentirse escuchado. Pregúntele cómo se ha sentido con el regreso a clases, qué emociones le genera, qué retos le ha traído.
“Lo ideal es que los padres puedan, de una forma sensible y compasiva, disponerse en actitud de escucha de sus hijos, validar sus experiencias y brindarles herramientas para que gestionen de manera sana los sentimientos (puede ser a través del diálogo, la escritura, la actividad física, el dibujo)”, señala la psicóloga Robayo.
Para esto último, el cuidador debe estar presto a dar ejemplo en la forma como gestiona las emociones, pues los niños partirán de esa experiencia.
También es crucial poner límites respecto al tiempo de uso de pantallas, “promovamos espacios diferentes de interacción: deportes, actividades extracurriculares, compartir en familia, todo esto les permite desarrollar habilidades sociales y canalizar energías. Son todo beneficios en términos de salud física y mental”.
Taborda recuerda que con los niños es posible utilizar la psicología positiva, pues se sabe que “más del 80 % de los niños que escuchan premisas negativas (regaños, por ejemplo) refuerzan sus conductas. Es hora de reforzar lo positivo”.
Prefiera corregir desde la afirmación. En lugar de pedirle que no haga ruido, solicítele que permanezca en silencio. De igual modo identifique en ellos fortalezas, señáleselas y busque potenciarlas. Permita el cariño físico y utilice la risa como estabilizadora del estado de ánimo