Síndrome del villancico: ¿por qué lloramos el 31?
El fin del año marca un momento en el que la nostalgia aparece. ¿Cómo manejar esa sensación?
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MORPHART
Comunicador social y periodista. Actualmente redactor de los temas de la industria automotriz nacional y global. Y también explorando temáticas de estilo de vida y turismo.
El 31 de diciembre los balances están en el orden del día. Muchas veces ese cruce de cuentas puede hacer aflorar la tristeza o la nostalgia. Y ambos sentimientos pueden hacer llorar a quien lo siente. ¿Pero es necesario siempre cuando el año se va?
“No es malo sentir tristeza, nostalgia o enojo, porque también lloro de rabia; ninguna emoción es ni mala ni buena. Nos están enseñando algo”, dice la comunicadora y experta en coaching ontológico Sandra Mateus.
Por estos días, explica el sicólogo clínico Juan Carlos Posada, se presenta en muchas personas el llamado Síndrome del villancico, que hace referencia a recuerdos traumáticos ocurridos en esta época del año.
También para muchos es tan solo el cierre de un ciclo vital en el que se expresa nostalgia por lo que se deja atrás y, a veces, angustia por lo que viene.
En esas sensaciones la lágrima es una forma de expresión válida. Para el profesional la pregunta no es si se debe evitar el llorar, si no ¿qué tan necesario es para la persona llorar o no?
“Hay personas que necesitan llorar, y eso es lo terapéutico, lo adecuado, eso es lo sano; por lo tanto algunos sicólogos no recomendaríamos evitar llorar. Si usted necesita hacerlo, hágalo, desahóguese, exprésese”
¿Y si lo que deja en el año que termina es satisfactorio; y lo que viene para 2016 también es positivo, vale llorar? De acuerdo con Juan Carlos Posada sería igual válido, “porque el llanto es una expresión de las emociones, y algunas personas lo hacen de alegría”.
La historia de vida
Lo que genera una emoción es la interpretación, las historias que cada uno se cuenta de los hechos que está dejando atrás con el cierre de un año, señala Sandra Mateus.
“Si te echan del trabajo, y también a tu compañero, ambos pueden reaccionar distinto. De pronto tú entras en una tristeza profunda; y quizá el compañero se pone feliz, porque lo ve como una oportunidad”.
Reconocimiento, aceptación y acción son las tres fases que plantea la profesional del coaching (ver claves) para manejar esos momentos que pueden generar el deseo de llorar. No es que no llore, pero al hacerlo, que sea un proceso de reconocimiento de lo hecho y de acción para emprender nuevos proyectos.