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¿Y qué significa que una ciudad sea humana?

Cuatro expertos en urbanismo social y transporte sostenible reflexionan sobre qué ideas pueden adoptar las urbes para mitigar esta pandemia.

14 de julio de 2020

En una de sus interpretaciones, el novelista Ítalo Calvino nombró como “megalópolis” a una ciudad grande, “continua, uniforme, que va cubriendo el mundo”. Una de las ideas destacadas del libro es que las urbes no son solo lugares de trueque comercial sino un conjunto de “memorias, deseos, signos de un lenguaje”. El viajero y mercader Marco Polo es quien descubre las razones que llevaron a los hombres en el siglo XIII a concentrarse en estos espacios.

Actualmente, el 55 % de las personas en el mundo vive en las urbes. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas de 2018, se estima que esta proporción aumentará hasta un 13 % para 2050. La concentración de población en estos asentamientos humanos ha hecho que los gobernantes, políticos y urbanistas se hagan la pregunta sobre qué tanto están diseñados para sus ciudadanos, explica el profesor de la Universidad Eafit, Alejandro Álvarez.

El docente dice que parece que las ciudades no están pensadas para favorecer a sus habitantes en sus actividades (trabajo, deporte, vivienda) y, por el contrario, son costosas, distantes, contaminadas, sin áreas verdes, difíciles de caminar, apeñuscadas y con pocos espacios públicos.

Disciplinas como el urbanismo social han revivido el tema de “ciudades humanas” para reflexionar sobre qué calidad de vida merecen sus habitantes. Este concepto se puede entender solo con preguntarnos qué tan placentero es caminarlas, explica Álvarez. “En ese recorrido lo que pasa por la cabeza de las personas es el calor, los cruces, las calles sin aceras, los lugares donde no hay ni siquiera un árbol que dé sombra, la sensación de inseguridad”, dice el ingeniero de procesos.

Este concepto se trató en un pódcast emitido en mayo por el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de Eafit, Urbam, en el que se abordó la pregunta de cómo lograr ciudades más humanas en épocas de pandemia. “La crisis nos reveló la necesidad de ser más sensibles y cercanos al ciudadano, de tener programas, proyectos y políticas públicas que tengan a las personas como centro de las acciones”, porque era a ellos a quienes había que proteger en una crisis sanitaria como la actual, afirma Alejandro Echeverri, director de Urbam.

Aunque aclara que no hay una manera concreta para medir ciudades humanas, se pueden mirar a partir de indicadores (ver recuadro); se tienen en cuenta temas como espacio público, servicios, movilidad, medio ambiente, alimentación y huertas urbanas.

Para este arquitecto es vital pensar en comunidad y solidaridad. Un ejemplo de esto es la propuesta de la alcaldesa de París (Francia), Anne Hidalgo, acerca de “la ciudad de los 15 minutos”, una estrategia urbana que busca volver a la idea de vecindario: “Que el entorno tenga una calidad de vida extraordinaria y reúna todo lo necesario para vivir: un espacio para divertirse, comprar y trabajar, entre otros”, dice Echeverri. Esa idea incluye la peatonalización de las calles, la reducción de velocidad motora y la anulación de desplazamientos, medidas que han ayudado a disminuir drásticamente la tasa de accidentalidad desde 1990 (ver gráfico). Así se piensa en “entornos humanos” dentro de las urbes.

Tres casos latinoamericanos

Las “megalópolis”, en términos de Calvino, se caracterizan por concentraciones humanas. Algunas latinoamericanas están promoviendo medidas de mitigación del impacto de la pandemia a través de soluciones ciudadanas, como sucede en Lima o Santiago.

A mediados de junio se presentó en Perú el programa de “bicicleta popular”, cuya finalidad es promover el uso de este medio de transporte durante la crisis sanitaria para respetar el distanciamiento social y ayudar a reducir la tasa de contagio. Así mismo, explica Mariana Alegre, directora ejecutiva del observatorio Lima Cómo Vamos, el Gobierno de ese país anunció la construcción de caminos vecinales –vías veredales– con los que se esperan generar 12.000 oportunidades de empleo para reactivar la economía. A pesar de esto, cuenta que Lima sigue siendo desigual en prestación de servicios públicos (transporte, espacios públicos), asuntos que pueden favorecer la expansión del virus porque fomentan el contacto con el otro.

Por ejemplo, se ha estudiado “que hay un grupo de habitantes que pueden evitar viajar o reducir el recorrido; luego hay otros que pueden cambiar de modo, como tomar taxi o bici, pero hay un tercer viajero que no tiene alternativa y está obligado a tomar el transporte público. A ese hay que protegerlo de la mejor manera”, comenta.

Otros países buscan herramientas que generen empleos y ayuden de manera más equitativa a la solución de la crisis generada por el coronavirus. Es el caso de Chile, donde se implementa desde principios de junio el programa “Locales conectados”, con el que se busca ayudar a mejorar la entrega de subsidios a los más necesitados a la vez que se fortalece el comercio local. El sistema permite canjear los recursos asignados por el Estado o por instituciones privadas en diversos comercios barriales con mensajes de texto.

“Creamos una plataforma donde, a través de un call center, llamamos a la persona y le decimos que tiene un saldo virtual que puede ir a canjear a cualquier almacén, farmacia, verdulería, ferretería o carnicería de barrio”, explica Pilar Goycoolea, directora de la Fundación Urbanismo Social, organizador de la estrategia. Desde hace un mes el sistema se ha implementado en más de 30 comunas del país y esperan terminar julio con 30.000 beneficiarios.

En Medellín, el académico Alejandro Echeverri cree que se ha avanzado y la ciudad es ejemplo de buenas prácticas, pero aún falta: “En los últimos 15 o 20 años ha hecho un avance grande pero aún estamos muy lejos de lograrlo”. Se ha adelantado de manera importante en el sistema masivo de transporte, pero le falta tener una red más potente; otro ejemplo es que la capital antioqueña tiene el potencial de una estructura de parques alrededor de sus quebradas. “Cada habitante pudiera tener una quebrada a 12 minutos de distancia caminando desde su casa”, anota.

Se han dado buenas acciones, pero todavía falta trabajar. Un tema en el que está rajada la urbe, dice Alejandro Álvarez, es el espacio público. “Necesitamos más lugares para el humano desmotorizado, que haya democratización de sus áreas comunes. No todos tenemos la suerte de vivir al lado de un parque, donde hay árboles o quebradas; la mayoría de las veces los barrios no tienen eso”, agrega.

A estos tres expertos en estrategias urbanas de Suramérica (Lima, Santiago y Medellín), les pedimos ideas que ayuden a hacer más humanos estos espacios, sobre todo ahora que la pandemia ha aislado a sus habitantes y hace urgente pensar en espacios incluyentes y equitativos

En las “ciudades humanas” se pone en primer lugar al habitante. La pandemia ha hecho que este se convierta en un tema cada vez más relevante para aplicar en cada territorio.