La noche del 19 de junio del 2016, 44 mil personas dentro del estadio, y miles más por fuera, cruzamos atónitos de sur a norte el campo de juego del Atanasio junto a él.
Fueron 50, quizás 60 metros, que recorrimos en la agonía del partido DIM – Junior viendo cómo el crack recibía un pase de Juan David Cabezas y durante diez segundos se aferraba al balón, y a las pocas reservas de oxígeno que le quedaban, para llevarnos de la mano hasta la celebración de un nuevo título. El grito desatado, el abrazo colectivo: la locura del gol. El protagonismo del dorsal 17, que cruzaba las manos en señal de que la horrible pesadilla de perder tres finales consecutivas había terminado. El traje de gala para entregarnos de una vez por todas la estrella número seis.
La exhibición esa vez había comenzado en el primer tiempo con un zurdazo, tu pierna “menos” hábil, que colgaste del ángulo.
Por esa noche mágica y tantas otras jornadas que brindaste en tres años como referente de Independiente Medellín será imposible no sentir un nudo en la garganta cuando la barra coree hoy el tradicional “Aguante pa Marruuugo” y se rompa las manos aplaudiendo en señal de gratitud y cariño.
Gracias, Christian Camilo Marrugo, por cada destello de talento y por cada gota de sudor sincera que le entregaste a la sagrada del equipo del pueblo. Gracias por esa personalidad con la que pedías la pelota y hasta por esas rabietas cuando el balón no entraba o cuando el equipo no daba dos pases seguidos y la única salida posible parecía ser jugar al pelotazo. En esos momentos difíciles siempre aparecías vos.
La honestidad y sensatez con la que defendiste los colores del Poderoso me genera, y creo que a muchos nos pasa lo mismo, una sensación agridulce: la tristeza e incertidumbre de tu partida y la alegría que a tus 32 años y en la recta final de tu carrera tendrás revancha en el exterior.
Buen viento, capitán. Aquí en Medellín o donde quiera que estés, el show debe continuar.
(Recuerde aquí los dos goles de Marrugo que le dieron la sexta estrella al Poderoso)
