Javier Velázquez, demasiado corazón

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Autor: Cristian Marín – Taquicardia Roja

Este espacio reúne las expresiones del palpitar de un grupo de personas que pone en riesgo por lo menos dos veces por semana la salud de su corazón.

Aquí están los que encontraron cómo latir durante 45 años alimentados por vagas alegrías e inconclusas ilusiones. Esos vieron, en el túnel rojo que parecía sin luz, la alegría de alcanzar las estrellas. Un hombre, ya entrado en canas, fue el artífice de semejante logro. Él, de corazón fuerte y palpitar sereno, reunió a los héroes del 2002 para hacerse un espacio en la historia de páginas Poderosas del Deportivo Independiente Medellín.

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Pero a Don Javier, con arrugas a bordo y un hablar cálido y familiar, no le bastó con romper la condena de los rojos. De su mano recorrimos el continente dejando una estela de buen fútbol y simpatía que se quedó en la retina de los entendidos de este deporte. Un año después, el corazón más fuerte de esta casa, tuvo la batuta en la mano para orquestar una de las conquistas más queridas de las vitrinas del DIM: la estrella del 2004, la que ganamos en casa frente al vecino que siempre nos miró por encima del hombro. Detrás del escritorio, el que hoy nos deja supo inscribir su nombre en huellas difíciles de borrar.

Este es un sencillo homenaje al presidente honorífico del club, uno de los pocos directivos que se ha ganado tanto cariño de una tribuna, uno que dio la vuelta a la cancha del Atanasio Girardot con la frente en alto y abrazado por miles de aplausos que casi siempre están reservados para jugadores y técnicos. Francisco Javier Velázquez González, de apellidos tan paisas como el rojo, hoy nos arruga el corazón con su partida y nos deja un ejemplo de cómo se debe llevar la sagrada  cuando salimos a jugar el partido de la vida, el juego más importante de todos.

Pero los corazones guerreros están por encima de algo tan común como el pulso. Se quedan palpitando para siempre en la memoria, el nuestro, el de nuestro querido viejo, se quedará brillando en nuestro escudo por los siglos de los siglos.  Gracias, gracias Don Javier.

 

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