Hoy despedimos a uno que volvió de su escritorio una cancha, que le quedó pequeño el rótulo de presidente y dirigió como un Poderoso más. “El presi”, menos conocido como Eduardo Silva Meluk, con el corazón nos hizo palpitar y sufrir como si fuera uno de los que se visten de cortos en el rectángulo más lindo del planeta.
Lo recuerdo como si fuera hoy y han pasado dizque 15 años. Esa ansiedad tan brava, esa ilusión infinita de que era el día y esa sensación inédita de ser campeón.
Hace casi una semana, Medellín se despidió para siempre del torneo del segundo semestre y, de paso, de cualquier posibilidad de logro notable del año.
Hace casi una semana, esos del frente que se llenan la boca afirmando haber eliminado al rojo de la Liga, son los mismos que nos preguntan por qué no llenamos el estadio en la final de la Copa Colombia si vamos “por el xentimiento”.
Vos tan grande y el tiempo tan chico. Sueño con unas cuantas más vueltas de la manecilla delgada del reloj para verte jugar, y en ese sueño estás vos, el ídolo que se despidió con la roja al frente, la prohibida, por defender a la roja más sagrada. Mao Molina grande, Mao guerrero, Mao Corazón.
Leyenda viviente
La historia no podía terminar diferente, porque es una de esas tramas cargada con tantas cosas significativas, que fueran cuales fueran los obstáculos, uno siempre sabía que lo bonito, lo verdadero y lo bello iba a triunfar. Mao Molina se retira, y nos deja dos títulos, muchas alegrías y un profundo orgullo por saber que una persona y un profesional cómo él, se transforman ahora en una leyenda viviente que el tiempo hará más grande.
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Héroe en tierras lejanas
Asumir que Mao Molina es otro crack más, otra joya de la cantera del Envigado, otro zurdo diferente, no es suficiente, pues él se constituyó en protagonista de la historia contemporánea del Poderoso con su trabajo y entrega. Su zurda fue vital en el 2002, cuando junto a sus compañeros nos sacaron campeones después de casi medio siglo. Allí, jóven, no se embriagó con las mieles de la victoria. Luego en el 2003, nos hizo vibrar con la participación más memorable del DIM en torneos internacionales, una Libertadores que no olvidaremos y en la que él fue el mejor jugador del certámen. De ahí viajó a los confines del mundo, México, Argentina, Brasil, Serbia y Corea, dónde fue héroe de tierras lejanas con goles olímpicos, tiros libres, chilenas y escorpiones.
Catorce años después, Mao completó el cículo perfecto, volvió al DIM y lo sacó campeón en 2016 con David en el arco y Marrugo a su lado. Se cansó de hacer golazos, la verdad, es difícil elegir el más destacado, pero si tenemos que elegir uno, ese tendría que ser el olímpico que le hizo a Nacional, aquel día, Mao hizo poesía en un tiro de esquina.
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El Epílogo
Mao finalizará su historia como jugador a sus 37 años, son pocos los minutos que le quedan a La Leyenda como jugador profesional, pero su recorrido marcado por su esposa Laura y sus hijos, quedará siempre en el corazón del hincha rojo y el amante del buen fútbol. Con toda seguridad, cada vez que Mao tenga el balón durante sus últimos minutos en el terreno de juego, el corazón de todos tendrá la esperanza de que algo lindo va a pasar.
@camilopalacio
Decía David, el salmista, “demos vítores a la roca que nos salva”. Hoy decimos nosotros, los creyentes, larga vida a los guantes que nos salvan. O a los pies que nos salvan, o al pecho que nos salva, al David que nos hace volver a creer.
Mauricio Alejandro Molina Uribe, volante ofensivo o media punta, nacido el 30 de abril de 1980, debutó a los 16 años con Envigado, pasó por Santa Fe, Morelia, San Lorenzo, Olimpia, Santos (donde le enseñó a patear tiros libres a Neymar), Seúl de Corea y el Deportivo Independiente Medellín, goleador de un Mundial de Clubes, bicampeón con el equipo rojo y uno de los mejores jugadores del DIM en los últimos 20 años.
Es innecesaria la presentación de un jugador como Mao, pero parece que el cuerpo técnico del DIM dejó de ver fútbol en el 97 y lo retomó en junio de 2017. No hay otra razón para entender la falta de respeto a un profesional como Mao Molina. Continuar leyendo
El amor verdadero no admite divisiones. Se enamora de dos colores, de tres o de uno; pero solo admite espacio para una bandera.
Hay momentos o historias que parecen planeadas por algo o alguien, que algunos llamarán destino y otros suerte, pero no sé si en la mente de los que relatan proezas fantásticas se imaginen de la manera tan heroica como en ocasiones suceden. Así como la historia de David González en el DIM.
Verdes y Rojos, los que juegan el partido fuera de la cancha, protagonizaron un clásico donde reinó una atmósfera de sana convivencia. Por muchas razones, el derby paisa es un ejemplo de cultura ciudadana alrededor del fútbol.
Autor: Cristian Marín