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En este número nos embarcamos a explorar la forma en que miramos la política, casi siempre como un duelo entre izquierda y derecha, y cómo está cambiando la geopolítica del poder global. Y nos preguntamos por nuestras relaciones con los animales, al tiempo que reflexionamos sobre las representaciones de series como Griselda, el cine hecho por mujeres y los nuevos espacios para el arte que se abren en Medellín.

  • La 45: dos décadas desafiando el sonido de Medellín

La 45: dos décadas desafiando el

sonido de Medellín

Hace 20 años se presentó el primer álbum de la banda La 45, que rescató los sonidos de la música tradicional andina y la mezcló con el rock.

Luis Felipe Gutiérrrez Hoyos / Periodista. Apasionado por la música, la literatura y el cine. Escritor de cuentos y artículos musicales. | Publicado

La carrera 45, conocida también como Avenida Carlos Gardel, atraviesa el corazón de Manrique, Campo Valdés y Aranjuez. Es una arteria clave para el transporte y el comercio, con grandes murales y grafitis, donde aún quedan vestigios de la cultura tangófila: la Casa Gardeliana y Unión Latina, instituciones que no borraron las guerras más cruentas. Allí nació a principios de los dos mil La 45, una banda de rock que rinde homenaje al origen. En 2025 se cumplen veinte años del lanzamiento de su primer álbum, La 45, una voz de resistencia sonora frente el marcado auge de nuevos ritmos como el pop punk, el hardcore y el ska y el tropipop.

En conversación con GENERACIÓN, Camilo Martínez, líder y vocalista, habló del surgimiento y de los momentos más significativos de la banda, del presente y futuro del grupo; también de “Trasplante”, su canción insignia; así como de sus inicios en la música, sus influencias y de la participación en el homenaje al fallecido Elkin Ramírez, el legendario líder de Kraken.

“Durante los años ochenta y noventa, el rock en Medellín estuvo dominado por sonidos muy fuertes, como el punk, el metal y el llamado ultrametal, un subgénero que llegó a influenciar a las bandas más radicales de black y death metal escandinavo. Pero, finalizando los años noventa, pasada la euforia del metal, el rock en la ciudad empezó a perder fuerza. Ya no era lo que estaba de moda y no lograba conectar con los de mi generación. Sin embargo, desde Estados Unidos llegaron nuevas propuestas vinculadas a la llamada cultura emo, como el pop punk, el ska punk y el hardcore, entre otras, que encontraron en bandas como The Offspring, Green Day o Blink-182 a algunos de sus grandes difusores, logrando impactar a parte de nuestra juventud. Además, otros géneros se afianzaban para ocupar esos espacios que no alcanzó a cubrir el nuevo rock gringo, como el tropipop, el vallenato y la música popular.

Así, las nuevas bandas locales empezaron a olvidarse de la riqueza en las texturas de las composiciones, encasillándose en letras adolescentes, sin mayor profundidad, que hablaban de la patineta, la novia, la universidad o de ir al estadio. Por eso quisimos hacer algo diferente: un rock que incorporara géneros con una gran riqueza que habíamos heredado de nuestros padres y abuelos, como pasillos, bambucos, tangos y bossa nova, y hablar de temas como la emigración frustrada, el desencanto, la nostalgia. Eso se refleja en canciones como Dolor diez centavos, En descenso, Lo que nunca fue y Amanecer. Así empezamos a construir un estilo propio con una sonoridad distinta.

Ahí radicó su éxito: no nos montamos en modas como la emo, ni repetimos fórmulas. Ese álbum tiene una diversidad musical que lo diferencia de muchas producciones locales de la época”.

“Éramos Juan David Villa (guitarra), exmiembro de Juanita Dientes Verdes; Gonzalo ‘Chalo’ Hernández (batería), que tocó con Frankie ha Muerto; y yo, como vocalista y bajista. Adicionalmente, participaron Juan Antonio Murillo (saxofón y bandoneón) y Juan David Llano (teclados), quienes contribuyeron a dinamizar el sonido del álbum. Yo, por mi parte, había ganado el Festival de Cultura Colombiana Comfama (1989 y 1991) y Niños Cantores de Antioquia (1992), entre otras. En 1997, en plena adolescencia, formé Mr. Magoo, luego Psicodelia Sónica y en 1998 fundé Iguana Plástica, con la que grabamos dos demos en casete: el primero con Jaime Ocampo, de Athanator, y el segundo, con Guido Isaza, vocalista de Juanita Dientes Verdes.

En 1999 fundé Patarroyo, con un sonido más hardcore, integrada también por Juan David y ‘Chalo’, además de Juan Carlos Botero, en el bajo. Ese año grabamos “Trágame” en Estudios Promix, bajo la producción de Cesar Bohórquez y Andrés Cañola, que había sido guitarrista de Perseo. La canción tuvo difusión en programas como El Baño (La Súper Estación), que conducía Hemir Zapata, y Corrosivo (Radioactiva), dirigido por Román González.

Esta experiencia me dio reconocimiento dentro de la escena local y me llevó a integrar G-98 y, más adelante, Stiches, donde comenzó a gestarse lo que más tarde sería La 45”.

“Sí, es un disco emocionalmente intenso. La canción que le da nombre refleja el duelo tras una ruptura. ‘El amor no es para siempre’ habla de una ruptura definitiva, lo que se siente estar solo, que reconoce su entrega y la imposibilidad de recuperar la relación. ‘1999’, una balada con líneas de rock muy potentes reflexiona sobre la soledad y el paso del tiempo”.

“De mi familia. Mi abuelo era tiplista y aficionado a los bambucos y los pasillos; mis tíos tocaban guitarra y tiple, y hacían música colombiana; y mis padres cantaban desde jóvenes. Ambos, además, eran fans de Camilo Sesto. De ahí viene mi nombre. A mis tías, por su parte, les encantaba la salsa y la música tropical, así como Silvio Rodríguez y la música clásica. Luego llegó mi padrastro, Hernán Ospina, quien me introdujo al rock cuando yo tenía cuatro años”.

“Por mi abuelo, Garzón y Collazos, Silva y Villalba, y el mismo Trío Vino Blanco. Por mis padres, Camilo Sesto y Héctor Ochoa, que es mi compositor antioqueño favorito. Pero el grupo que más me impactó fue The Beatles. Para mí, son lo más importante que le ha pasado, no solo a la música, sino a la cultura del siglo XX. Con ellos empecé a cambiar mi perspectiva sobre la música y decidí que eso era lo que quería hacer el resto de mi vida.

Después vinieron otras influencias del rock inglés: Led Zeppelin, Black Sabbath, The Rolling Stones. Posteriormente, gracias a mi papá, comencé a interesarme por la música hindú y el movimiento hare krishna, a través del disco The Radha Krsna Temple (1971) que, con el paso de los años, descubrí que había sido producido por George Harrison. También me marcaron Sinfonía inconclusa en la mar, de Piero y Jesucristo Superstar, de Camilo Sesto. Y del rock nacional, Los Yetis, Carbure, Nash. Artistas más contemporáneos como Guido Isaza, Carlos Neus y Andy García y Fabio Garrido, me han influido, no tanto en lo musical, sino en las letras, en lo teatral, en lo sombrío, pues manejan una puesta en escena contundente y cargada de simbolismo”.

“Fue uno de los momentos más memorables de mi carrera. Fue un motivo de profundo orgullo, no solo por el homenaje a esa gran figura del rock nacional que fue Elkin, sino también por la talla de artistas que nos acompañaron, como David Rivera (Teberarum), Juan Carlos Coronado (La Universal), Henry Borrero (Kuza Xué y ex-Kraken), Jorge Fresquet (Krönös), Marciano Cantero (Enanitos Verdes), Elsa Riveros (Pasaporte), Guido Isaza (Juanita Dientes Verdes), Gonzalo Arolas (exguitarrista de Fito Páez) y Piero, entre otros, además de la Filarmónica Metropolitana, la cual fue dirigida por Alejandro Vásquez. ‘Silencioso amor’ fue nuestra forma de agradecerle y rendir tributo a ese legado. Fue una experiencia muy emotiva”.

“Haber grabado ‘Transplante’. Producida en Estudios Igneus, bajo la supervisión de Jorge ‘Chata’ Mejía, la canción nos dio visibilidad y nos llevó a los primeros lugares de la radio local. Yo la tenía lista desde hacía años, pero no quería grabarla porque venía tocando punk. Fue el difunto Luis ‘Coco’ Jaramillo, guitarrista de Perseo, quien me animó a incluirla.

El videoclip —que cumplirá veinte años el próximo 2 de diciembre— fue dirigido por Óscar Azula, se grabó en Bogotá, en los puentes de la 26 con Boyacá, y contó con la participación de la actriz Carolina Sepúlveda. Esto fue clave para que MTV Latino la difundiera y nos diera alcance nacional”.

“Camilo Martínez, en la voz, guitarra rítmica y teclados; Dave Cisneros, en la batería; Mauro Londoño, en el bajo; Álex Jaramillo, en teclados, guitarra de acompañamiento y coros; y Davinson Pavas, como guitarrista líder”.

“Vamos a continuar lanzando música. Actualmente, tenemos muy buen material en el que estamos trabajando y que esperamos dar a conocer en un futuro próximo. Asimismo, seguiremos dando conciertos. No dejaremos morir este proyecto que nos ha dado tantas satisfacciones como alegrías a nuestros seguidores”.

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