Por ELIZABETH HINTONredaccion@elcolombiano.com.c
Imagine si las cárceles fueran las universidades. En lugar de languidecer en las celdas, las personas encarceladas se sienten en las aulas y aprendan sobre la ciencia del clima o la poesía, al igual que los estudiantes universitarios. O incluso con ellos.
Esto sería una bendición para los presos en todo el país, la gran mayoría de los cuales no tienen un diploma de bachillerato. Y podría ayudar a reducir nuestra población carcelaria. Si bien las disparidades raciales en arrestos y condenas son alarmantes, el nivel de educación es un predictor mucho más fuerte de la encarcelación futura que la raza.
La idea está enraizada en la historia. En los años 20, Howard Belding Gill, un criminólogo y exalumno...