Cuando de forma infame, en 2001, los asesinos paramilitares -tras profanar durante largos años el paraíso terrenal enmarcado por el río Penderisco, que es Urrao- le quitaron la vida a Rigoberto de Jesús Urán, dejaron viuda a Aracelly Urán y huérfanos a sus hijos Rigoberto (de catorce años) y Martha, su hermana menor; entonces, no solo se silenció una vida preciosa sino que muchos compradores de lotería y chance de allí se quedaron sin su vendedor habitual.
Sin embargo, la necesidad obligó al jovencito Rigoberto a continuar con el oficio de su progenitor y a montar en la bicicleta remedada regalada por su tío. A poco más, lo reclutó un equipo municipal (el Club de Bicicletas Urrao) y luego uno regional (el Orgullo Paísa), y, dos años después,...