Leo un libro maravilloso, “La casa de los veinte mil libros”, de Sasha Abramsky. De repente me topo con una pregunta que me ha dado vueltas y vueltas desde que decidí llenar libretas de apuntes con cosas de la vida, con mi vida, nada interesante, por supuesto, solo para mí, solo para no dejar ese bonito oficio de escribir a mano, con tintas de colores. Lo que leo dice: “¿Por qué habría de sentir alguien la necesidad de escribir sobre su propia vida?”, se pregunta Chimen Abramsky, el abuelo y protagonista de esta historia sobre el amor por los libros, sobre los secretos de ellos.
Casi en la misma página, Alexander Herzen, un escritor y revolucionario radical ruso del siglo XIX, admirado por el mismo Chimen, se preguntó mucho antes algo similar...